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Kaydy Cain regresó a México con la parada obligada en la CDMX.

Al toparme con el espectro del trap y reguetón español hace unos años, no quedé prendada de inmediato, pero poco a poco la cultura fue creciendo en mí. Así cuando menos me di cuenta, ya era fan de uno de sus exponentes más importantes: Pxxr Gvng a.k.a. Los Santos a.k.a. La Mafia del Amor.

De este grupo, al que más le he seguido la pista es a D. Gómez o como la banda lo conoce: Kaydy Cain. El joven madrileño lleva rato trabajando en solitario y con motivo del lanzamiento de su disco Calle Amor (2017), armó una minigira que llegó a la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara.

Cuando se reveló que la sede de CDMX sería Versalles 64 (antes Mono), tuve mis dudas por el tamaño del lugar –lo consideré pequeño para la ocasión–. Además, un día antes los organizadores anunciaron que las entradas estaban agotadas, por lo que parecía que se avecinaba algo más grande de lo que el recinto podría abarcar. Sin embargo, no sucedió así. Afortunadamente, con todo y el rotundo éxito taquillero, el show no se sintió atascado.

Desde las siete de la noche (supongo que antes pero esa es la hora en que llegué), la multitud hacía fila en el acceso. Como mexicana que soy, creí que el recital no empezaría en punto, pero cual fue mi sorpresa al entrar casi al mismo tiempo del arranque del show: las nueve pm.

Noté que los asistentes eran –sobre todo– jóvenes de entre 18 y 22 años. Se me hizo rarísimo hasta que caí en cuenta de que yo tengo casi 27 y a comparación de esos chiquillos con ímpetu de fiesta, soy casi una anciana. Hacían todo lo que yo a su edad en un concierto: aperrarse hasta adelante con tal de estar lo más cerca posible; cantar como si no hubiera un mañana; y claro, grabar todo (y cuando digo todo hablo de TODO) con su bendito artefacto millennial: el celular.

Bueno… tampoco estoy tan ruca, sí grabé mis cancioncillas, y tomando en cuenta que Kaydy le debe su fama a las redes sociales, era de comprenderse la demanda de chavitos adictos al móvil. A través de sus pantallas (porque soy chiquita y la altura del escenario no ayudó mucho), logré ver a Kaydy Cain.

Sinceramente no recuerdo el orden pero escuchar en vivo Como los maestros, HDP, Putos, BB, Hazte cuenta, Trátame y Amor de verdad, me inyectó una considerable dosis de ganas de vivir. Oír a la gente cantar estos himnos a la libertad sexual, el mamaseo y el amor libre, era lo que se necesitaba para una noche de viernes. Además, Rosa Pistola pinchó las bases en la tornamesa y pues, ¿qué más podíamos pedir?

Destaco los momentos en que sonaron Lo Siento y Duro (porque como de muchos: son de mis favoritas); la bachatera y consagrada Si me meten preso; Playboy de El Niño de Tus Ojos con el grito unísono de “Yo soy un piiiiimp for real, tengo las mejores putas de Madrid”. Y no, soy mujer y NO ME OFENDE la palabra puta, pero cada quién.

Bueno, volviendo al tema… todo pasaba muy rápido, canción tras canción, casi sin momentos para ponernos a pensar en algo más que el show por sí mismo. Imponía el tener delante nuestro a un joven –casi de nuestra edad– que ha logrado convertirse en un ícono del género en España y que también es queridísimo por la comunidad latina.

Él mismo perreaba con sus canciones, coqueteaba con la audiencia, –por supuesto– fumaba su amada yerba, se levantaba la playera para hacerse desear, decía una que otra cosa a su público y daba gracias.

Dicho eso, hubo un clímax muy chingón cuando soltó temas de La Mafia del Amor: Xapiadora, Bonita, y la súper perreadora La Disco Resplandece. Aún con este detallazo, no se desató el baile, solo seguían los mismos celulares grabando. Podría decir que faltó un poco de cooperación del público que si bien era obvio, adora a Kaydy Cain, prefirió guardar un recuerdo de 300 MB a vivir el momento.

Repentinamente y para el asombro de los ahí presentes, ya estaban dando las palabras de despedida. “¿Neta es todo?”, “¿ya se acabó?”, “chale wey, no mames, qué robo”, eran algunos comentarios que se escuchaban. Si nos ponemos reflexivos, la verdad es que gastar 500 pesos en un concierto, te hace pensar que por lo menos valdrá la pena. Y no, no estoy diciendo que el show de Kaydy Cain no valiera la pena, solo que fue muy fugaz, nos dejó vestidos y alborotados y nunca terminó de explotar (ni siquiera en el after).

De todos modos, se lo perdonamos cuando hizo el último acto de presencia para ponchar Perdedores del barrio. No miento al afirmar que la mayoría de los que estábamos ahí la esperábamos. O sea, ¿el mayor beef que se ha vivido en España? No íbamos a dejar pasar su –no confirmado– pleito con C. Tangana. “¿Ídolo de quién, por cuánto y cómo?” reza el tema, y nosotros respondemos: Nuestro, por 500 pesos, y en una noche que terminó siendo una revolución donde lo millennial le ganó a la musical.

 

Fotos por: Nacho Miranda

 

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