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El 1 de septiembre se llevó a cabo el concierto por los 20 años del álbum ¿Dónde jugarán las niñas? de la icónica banda mexicana Molotov en el Palacio de los Deportes; y comenzaré diciendo que el presente artículo no es apto para aquellos aguerridos fans.

No me mal interpreten, yo también crecí con esos censurados himnos como FrijoleroGimme Tha Power, que han sido coreados por millones de personas en todo el mundo.

Sin duda no podemos dejar de lado que Molotov fue –sí, en tiempo pasado– una de las bandas más importantes para el rock nacional en una época de (mayor) censura, crisis e inconformidad. Planeado o no, se convirtieron en los portavoz de la juventud noventera que estaba en desacuerdo con lo que acontecía políticamente en su país.

Son un referente de la sociedad mexicana, de nuestra cultura y principalmente del rock nacional. Dicho lo anterior – para que no quede en duda mi reconocimiento ante el legado musical que dejaron –, ahora sí, hablemos de lo que pasó con ese Molotov 20 años después.

Hay quienes apelarán a una supuesta “madurez” musical o incluso a la edad – porque no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después – pero eso sería injusto para bandas como Víctimas del Doctor Cerebro o El Gran Silencio, quienes les anteceden y a la fecha siguen tocando como si el tiempo y el rock no les cobraran factura.

Y a las pruebas me remito. Solo basta con hacer el comparativo con sus contemporáneos de Uruguay, la banda NTVG que no solo se presentaron el mismo fin de semana, sino que pese a la poca asistencia del público en la Carpa Astros, dieron un espectáculo digno de un cierre de gira.

El palacio de los rebotes – como es mejor conocido – fue testigo de un concierto grande en cuanto a público e iluminación, pero chico en cuanto al desempeño en el escenario de una banda que, en teoría, estaba celebrando el cumpleaños de su primer álbum de estudio y uno de los más importantes a lo largo de su trayectoria.

¿Entonces qué pasó? Fue un concierto flojo, donde ejecutaron las rolas como quien conoce a la perfección el proceso de ensamblaje dentro de una fábrica. Y en eso no los culpamos, habría que hacer la cuenta de las presentaciones donde han tocado las mismas canciones una y otra vez, pero ¿será a caso que Molotov ya se cansó de su música? ¿O de su público?

Cómo explicar dos pausas en el concierto, la primera de casi 20 min – porque (“)Randy se lastimó(“) mientras que la segunda fue anunciada con un: vamos a orinar y ahorita regresamos.

No obstante de que la ejecución de las rolas fue como si alguien los hubiera programado, también vimos a un gringo al que se le iba la letra al cantar. Mientras que desde las primeras canciones se veía a Tito manotear al aire volteando a ver a un costado del escenario hasta que un joven del staff se acercó – en más de una ocasión – para auxiliarlo; tal vez podríamos responsabilizar a los del lugar en esto último, pero lo cierto es que fueron un cúmulo de detalles los que hicieron de ese concierto algo bastante equis.

El que le echó más ganitas a la tocada fue Micky, a quien vimos interactuar más con el público y meterle un poco de feeling a los solos que le correspondían. Incluso fue quien – con vaso rojo en mano – subió al escenario durante la primer pausa para jugar manitas calientes con 4 personas del público – real, no fake –. ¿Lo imaginan? Pagar por ir a ver a tu músico favorito jugar manitas calientes, porque verlo tocar ya está de más.

Quien se llevó mis palmas fue el público. Nuevamente se notó que la melancolía por los años dorados de una banda es lo que puede hacer que ésta continúe más de lo necesario. La gente enloquecía con cada rola, incluso pasando por alto que alargaran la canción de Marciano – primero con ritmos de cumbia y luego con algo más punk – y que repitieran Puto – a medio concierto y al final en una versión corta –. Me hizo pensar que no hallaban cómo rellenar el concierto para terminarlo.

Desde las gradas de la sección B, un sujeto robó la atención al trepar por la alambrada para descender a la planta baja y reunirse con un grupo de amigos que lo esperaban eufóricos. Los pleitos entre el público extasiado y embriagado – literalmente – se mantenían constantes. Los ánimos estaban a full y el agua de riñón no se hizo esperar durante todo el concierto –gajes del oficio, dirían por ahí –. Y con el lugar a reventar caí en cuenta que Molotov se convirtió en banda para la peda

Es el tipo de banda que sirve para ambientar la conbebencia con los cuates; esa que te prende mientras estás borracho – pues hace falta estarlo o ser demasiado fan para no notar la apatía con que tocan desde hace unos años –.

Ya no queda nada de la actitud de ese Molotov que brincaba con nosotros mientras tocaba Puto, que se prendía con Frijolero, que nos hacía sentir orgullosos con Voto Latino y nos dedicaba Chinga Tu Madre. ¿Dónde quedó esa banda desmadrosa que se caracterizaba por mandar al diablo las poses; por tirarle mierda a los medios y reusarse a ser parte de las bandas comerciales que se dejan manipular? Ahora veo a un grupo de músicos con diferentes giros que se sigue reuniendo para trabajar, no para hacer música. Y eso, señores míos, se nota en el escenario.

¿Lo notaste? Deja un comentario y dime si te diste cuenta o los justificarás eternamente.

Fotos: @edgarsagra 

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