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Enjambre en el Palacio de los Deportes: una noche de culto y consagración para la banda de Fresnillo Zacatecas

Enjambre
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ofreció un concierto épico en el Palacio de los Deportes como parte de su Daños Luz Tour, reafirmando su lugar como una de las bandas más queridas del país. Con un repertorio que recorrió toda su trayectoria y una producción visual a la altura del momento, la noche del 17 de junio quedará marcada como un hito no solo para los fans, sino para la historia reciente del rock nacional.

Asistir al concierto de Enjambre en el Palacio de los Deportes fue, para muchos, una experiencia de transformación. Y no solo por la impecable ejecución musical o los efectos visuales bien cuidados. Fue una noche que confirmó lo que ya muchos fanáticos sospechábamos: que esta banda originaria de Zacatecas está destinada a convertirse en una leyenda del rock alternativo en español. Tras más de dos décadas de carrera, su popularidad no solo se ha mantenido: ha crecido vertiginosamente gracias a nuevas generaciones que los han redescubierto vía redes sociales y plataformas como TikTok.

Yo ya era fan. Desde Noches de salón, ese álbum que los mostró en su versión más íntima y experimental, empecé a seguir su trayectoria con devoción. Pero el concierto en el Palacio de los Deportes fue un punto de inflexión. Ya no era solo un fan que conocía el setlist, que podía reconocer de inmediato qué canción era y de qué álbum provenía. Era parte de una comunidad multigeneracional que coreaba con euforia cada verso, que sentía cada acorde como un mensaje cifrado. Y es que Enjambre ha logrado algo pocas bandas mexicanas pueden presumir: un culto vivo, joven, fresco, intergeneracional.

Con un público que oscilaba entre los 16 y los 40 años, el ambiente dentro del Palacio de los Deportes era electrizante. Gente llorando, gritando, bailando. Padres que cantaban junto a sus hijos. Hijas que gritaban emocionadas mientras sus padres sonreían orgullosos. Una imagen se me quedó grabada: una chica, tal vez de 16 años, cantando Dulce soledad con los ojos cerrados mientras su papá la miraba con lágrimas en los ojos. La música de Enjambre conecta, y lo hace profundamente.

El concierto de Enjambre fue un viaje completo por su discografía. Aunque la gira lleva el nombre de Daños Luz, su próximo disco, el concierto funcionó más como una celebración integral de toda su historia. Desde clásicos como Manía cardíaca, Visita y Elemento, hasta Impacto, que se volvió viral en redes sociales durante el último año, el setlist fue impecable. Y sí, el vocalista Luis Humberto Navejas bromeó con razón: “Esta suena mejor en vivo que en TikTok”, provocando carcajadas y aplausos de los asistentes.

A pesar de que el Palacio de los Deportes no es famoso por su acústica —el sonido tiende a rebotar por su estructura—, el trabajo de ingeniería fue digno de aplauso. Todo sonó claro, potente, envolvente. Enjambre no solo suena bien en vivo, suena increíblemente fiel a sus discos, algo que se agradece profundamente. Además, el espectáculo visual fue de primer nivel: proyecciones sincronizadas, colores, texturas y luces que acompañaban emocionalmente cada tema. Cada canción tenía su propio universo visual, como en Necrópolis, que apareció reinventada con una vibra electrónica que contrastó maravillosamente con su versión original en Noches de salón.

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Algo que siempre me ha molestado de muchas bandas grandes es que simplemente se suben a tocar, sin preocuparse por generar un ambiente o narrativa. Pero Enjambre sí lo hace. Se nota que cuidan su show. Que hay dirección artística. Que piensan en el público. Que entienden que no solo están tocando música, sino contando una historia. Aunque no hubo invitados especiales sobre el escenario, cada miembro brilló por su cuenta. En especial Luis Humberto, quien a pesar de lo que me habían dicho sobre su performance en vivo, demostró ser un verdadero frontman, moviéndose, entregándose, conectando.

El momento más emotivo fue quizás cuando sonó Visita. Una canción que, aunque muchos podrían pensar que requiere haber vivido una separación familiar para conectarse con ella, logra tocar fibras sensibles incluso en quienes no han pasado por esa experiencia. Esa es la magia de Enjambre: la capacidad de generar múltiples niveles de interpretación, de permitir que cada oyente haga suyas las canciones.

Lo repito con total convicción: si Enjambre sigue por este camino —sacando música honesta, cuidando sus shows, respetando a su audiencia— no hay duda de que en 20 años será la banda de rock más grande que ha dado México en lo que va del siglo XXI. Y probablemente, una de las más importantes de toda Latinoamérica. Ya lo es en espíritu, pero el tiempo, los escenarios y los nuevos oyentes lo seguirán consolidando.

No exagero cuando digo que este concierto fue uno de los mejores que he presenciado en mi vida. Y lo digo con la experiencia de haber ido a decenas de conciertos en los últimos tres años, tanto en recintos pequeños como en grandes foros. La energía, la entrega, la fidelidad de los fans, la producción, el sonido, todo fue impecable.

Sí, soy fan. Y no me da pena admitirlo. Pero después del Daños Luz Tour en el Palacio de los Deportes, creo que muchos más lo serán también.

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