Tuvimos que esperar cuatro años para que System of a Down regresara a tierras mexicanas, pero la espera valió la pena. Esto fue lo que sucedió el 6 de octubre en el Palacio de los Deportes.
Dos horas de viaje a través de la Ciudad de México separaban a cinco fans de System of a Down de poder verlos por primera vez en vivo. Si hubieran sabido que eso iban a hacer de camino, hubieran salido antes para poder llegar a ver a Apolo, la banda mexicana que se encargó de abrir el concierto de la banda armenio-estadounidense. Afuera del recinto estaban los clásicos puestos con una enrome variedad de artículos en venta: tazas, pósters, playeras, pulseras, encendedores, caballitos… Pero el paso entre estos puestos era complicado debido a la enorme cantidad de gente que se dio cita el 6 de octubre para ver a una banda que definitivamente marcó a una generación.
Las luces se apagan dentro del Domo de Cobre, la ovación ensordecedora no se hace esperar. System of a Down regresaba a México después de cuatro años para arrancar con la única canción de Steal This Album! que sonaría en la noche: I-E-A-I-A-I-O. John Dolmayan arrancaba el concierto con el clásico intro de batería de esta canción. Daron Malakian incitaba a la gente a gritar el coro antes de que la rola empezara, dando pie al tapping que precede a la descarga del riff principal; y una vez ocurrida esa descarga, la gente no espera más y comienza a saltar y a agitar sus cabezas en el Palacio de los Deportes. Las voces de 20 mil personas se unieron a la de Serj Tankian para demostrar la pasión que la banda ha generado en el público mexicano.
En cuanto terminó I-E-A-I-A-I-O, Daron arrancó con Suite-Pee, la primera canción del disco debut y homónimo de System of a Down. Sin duda fue un golpe directo a la cabeza de los fans, aunque duró poco porque fue interrumpida a la mitad para poder tocar Attack!, que arranca Hypnotize. En menos de cuatro minutos, System of a Down ya nos había entregado tres canciones devastadoras y que pusieron a los asistentes en un ambiente inigualable. Para rematar, tras un momento de pausa, un acorde nos daba a entender que Prison Song se avecinaba. Y en efecto, a los pocos segundos otra de las canciones favoritas de los fanáticos de la banda retumbaba en el Domo de Cobre, especialmente en la línea “I buy my crack, my smack, my bitch right here in Hollywood“, que todos se sabían a la perfección.


Posteriormente, la banda tocaría algo del baúl de los recuerdos, algo anterior a su primer entrega como System of a Down: Temper, parte de uno de sus primeros demos. Por primera vez dejábamos de escuchar los cánticos de la audiencia, pero eso duró pocos minutos gracias a Atwa, canción que requería una fuerte participación del público. De nuevo, la banda regresaría a sus inicios con CUBErt antes de tocar tres canciones seguidas de Toxicity: Needles, que volvió a prender a los fanáticos; Deer Dance, que apareció para que la situación se pusiera aún más frenética, y Bounce, que no tuvo la reacción esperada pero que muchos agradecimos.

Los ánimos se calmaron cuando Daron pidió a los asistentes que guardaran un momento de silencio en memoria de un conocido de la banda que recientemente había fallecido. Costó mucho trabajo, pero la mayor parte del público mexicano (a excepción de algunas personas que intentaron hacerse los chistosos) guardó un momento de silencio para honrar la memoria de esa persona y hacer que Malakian arrancara Lonely Day. El guitarrista de System of a Down lucía dolido por su pérdida, pero logró mantener la compostura para seguir con la triste canción. En cuanto la banda se unió a Daron, otro telón de fondo cayó para revelar una escenografía montañesca, presuntamente aludiendo a las Holy Mountains (canción que faltó en el setlist de la noche para denunciar los hechos ocurridos en Armenia hace un siglo) y al Monte Ararat, por donde los perseguidos por el gobierno otomano tuvieron que huir para salvar sus vidas. Fue un momento único durante el concierto, uno de los más especiales y solemnes que veremos en mucho tiempo.

Cigaro nos preparaba para el final con toda la velocidad y estilo burlón que la caracteriza. Posteriormente vendría Toxicity para poner de nuevo a las miles de personas en una misma sintonía, reviviendo el 2001 y todo lo que ese año significó para cada uno de los asistentes. Aún con el mal sonido, System of a Down volvió a dejar que el público cantara la mayor parte de la canción; a pesar de que no sonó más fuerte que Chop Suey!, definitivamente fue uno de los puntos cúlmenes de la noche. Antes del puente, Daron le pidió a la gente que armaran un moshpit, diciendo al ritmo de esa sección de la canción “Everybody spinning around”. La respuesta fue increíble, llegando a haber unos cinco o seis moshpits en toda la sección general del Domo de Cobre. Y, para cerrar, el primer clásico de System of a Down, que también fue coreada a todo pulmón. Serj terminaba la presentación de la banda bailando y brincando alegremente sobre el escenario. Todo se aceleraba, desvaneciéndose con las últimas líneas de Sugar: “In the end it all goes away!“
A pesar de que nos dejaron con ganas de más con esa última canción, tantos años de espera habían valido la pena. Las cinco personas que entraron juntas al Palacio de los Deportes, al igual que las otras 20 mil, salían contentas con la presentación de los cuatro armenios que desde 1994 decidieron intentar cambiar al mundo desde su trinchera y apoyar las causas sociales del planeta, planteando una enorme crítica a la política estadounidense y mundial, peleando por que se reconozca el genocidio armenio de 1915, y opinando acerca de la religión, entre muchos otros temas; quién sabe, posiblemente estén conscientes de la situación que se vive en nuestro país y en unos años saquen una canción haciendo referencia a eso. Tanto System of a Down como la gente disfrutó de cada segundo del concierto y de las 31 canciones tocadas. Una noche en la que cumplieron con el objetivo de su gira: despertar a las almas.
Y tú, ¿cómo la pasaste en el segundo concierto de System of a Down en México?







