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Rosalie Varda se convirtió en una de las invitadas de honor de la edición 17 del Festival Internacional de Cine de Morelia, presentando la última película de la recién fallecida Agnès Varda, una de las exponentes más sobresalientes de la historia del cine francés.

El ojo humano se encuentra rodeado por millones de elementos que la naturaleza utiliza para cobijar nuestra propia existencia, convirtiéndonos en una presencia que cruza un camino empírico limitado por nuestra indiferencia a dicho entorno. Sin embargo, existen algunos artistas con la capacidad de encontrar y reinterpretar estas señales, transformándolas en catalizadores de nuestros sentidos; Agnés Varda sin duda era uno de estos intérpretes.

El telón se abre ante nuestra pantalla, mostrándonos la espalda de una historia alimentada por un personaje sui géneris, una directora a punto de entrar en una retrospectiva tanto de su recorrido fílmico como de su travesía personal.

Varda por Agnés (2019) se convierte en un poema de amor al cine, así como en un diario emocional documentado con fragmentos de la inspiración, la creatividad y el ingenio de una voz que siempre intento crear discursos innovadores a partir de la admiración por las simplezas de la naturaleza humana.

Este documental autobiográfico transita por la filmografía de Varda, desarrollando los tres elementos que se transformaron en los pilares de su proceso creativo: La inspiración, la cual podía desprenderse del más irrelevante objeto; La creación, dónde mostraba su virtuosismo narrativo con la cámara; y finalmente el acto de compartir, para crear una conexión ante un público con las mismas inquietudes.

Hablando de inquietudes, esta directora de la Nueva Ola Francesa siempre estableció un vínculo de honestidad a través de su colección de imágenes realistas; un realismo construido a partir del amor por su propia cotidianidad, una rebeldía innata alimentada por la contracultura de sus ideales, y su visión de la fuerza femenina como punto de inflexión para erradicar la polarización de género de aquella época.

Varda susurra a nuestros oídos sus más íntimos testimonios con la transparencia que ofrece una charla de café, una conferencia, un diario o hasta un álbum fotográfico; palabras que derivan en una metamorfosis artística que se ejemplifica con algunos fragmentos de sus más reconocidos trabajos fílmicos.

Guardando las proporciones debidas, el último respiro cinematográfico de la cineasta francesa podría ser equiparable al análisis realizado en el texto El cine según Hitchcock, donde el autor de Psicosis (1960) nos ofrece una generalización del lenguaje cinematográfico desde el conocimiento técnico y narrativo; en el caso de la autora de Una canta, la otra no (1976) nos dirige a una línea de interiorización y catarsis personal.

El documental inmortaliza con pequeñas secuencias la gestación de obras como Cleo de 5 a 7 (1961), donde las limitantes de una austera producción no impide el entramado de un poderoso mensaje en pantalla; o el caso de Sin techo ni ley (1985) en la que el desarrollo del personaje protagónico es acompañado por una cámara voyerista.

Durante casi dos horas, el espectador logrará una completa inmersión en la mente de una figura apasionada por el arte, cuya evolución se adaptaba camaleónicamente al espacio y tiempo en el que se encontraba, devorando su contexto y transformándolo en pequeñas herramientas visuales, sin importar que el resultado final fuera ficción, documental o incluso instalación.

Rosalie Varda, hija de la directora, se encargó de producir este involuntario Réquiem cinematográfico, abriendo al público la oportunidad de disfrutar aquellos panoramas con los que la artista, nacida en Bruselas, se inspiraba; las cámaras con las que sus ojos creaban piezas atemporales y sus palabras que nos compartían sus sueños y anhelos más profundos.

La 67 Muestra Internacional de Cine tendrá en sus pantallas esta anecdótica y reveladora pieza autobiográfica a partir del sábado 23 de noviembre.

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Pesimista patológico al puro estilo de Woody Allen. Amante del cine, fotografía y arte. Adicto a la televisión y los deportes, en especial el fútbol.