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Que los arreglos exacerbaran sin ningún pudor el costado más funky de L’Impératrice fue lo que dispuso Charles de Boisseguin para lo que sería el primer concierto en CDMX de la banda que formó hace siete años en París.

Apostó a la pista de baile y ganó: nadie se quedó sin bailar la noche del viernes 26 de abril en un Auditorio Blackberry a casa llena (de hecho, fue un Sold Out).

Desde que, de riguroso blanco, apareció en escena el sexteto que conforman -además del propio De Boisseguin (teclados)- la vocalista Flore Benguigui,  Hagni Gwon (teclados), David Gaugué (bajo), Tom Daveau (batería) y Achille Trocellier (guitarra), el viaje retrofuturista de la agrupación se largó de un tirón y ya (casi) no paró más.

A partir de la primera canción, Ma Starlight (Matahari, 2018), este se trató de un concierto en modo non-stop: Charles dispuso también que los arreglos para este “en vivo” incluyeran soberbios interludios de manera que las muy pequeñas pausas (no más de tres a lo largo de la noche) solo sirvieran para que la frontwoman agradeciera al público de México… eso sí, lamentablemente en inglés. Se entiende: el francés es menos popular, qué se va a hacer.

La apenas correcta producción en materia de iluminación (¿viajaron sin ingeniero de luces?) no restó; por el contrario, todo lo que logró fue dejarnos claro que en el dispositivo escénico de este auditorio solo necesitábamos a estos seis y la salvaje contundencia de sus talentos y propuesta.

Un poderoso motor de funky perfectamente engranado y engrasado: esto fue lo que vimos en la performance de este grupo. Una gran mise-en-scène que en medio de la meticulosidad de su ejecución dejó, igual, un resquicio para que fluyera cierta organicidad espontánea que permitió que cada músico se destacara por sí solo y, a la vez, sumara a la fuerza del conjunto.

En medio del fuego de una actuación que en todo momento invitó a los asistentes a pasar de ser meros receptores a ser parte también del texto espectacular, “La Emperatriz” presentó solo algunas rolas de su más reciente producción, Matahari, su primer álbum de estudio. De este, y sumadas a aquella que dio inicio a la velada, sonaron Erreur 404, Dreaming of You, Vacances y Matahari.

El grupo eligió concentrarse más que nada en sencillos y éxitos de sus anteriores EP’s. De entre estos podemos destacar la versión de Sonate Pacifique, que resultó un delirio general para los asistentes, que se dejaron ganar por su inicio lúdico y atrevido, y otras canciones como Vanille fraise, La lune o el hit-marca Agitations Tropicales.

Quienes hemos visto incontables recitales del género funk, fuera y dentro de México y Latinoamérica; de artistas conocidos y emblemáticos o artistas más de la escena underground, podemos decirlo: L’Impératrice nos brindó uno de los mejores espectáculos de este tipo; de increíbles fuerza, energía y potencia. Lo que ocurrió en el escenario por parte de la banda francesa fue un desafío a la maestría y al sin-aliento: nunca le bajaron un milímetro a su explosión en continuo. Sorprende y se agradece.

Que esperaban con mucha ansiedad poder venir a México, dijo al despedirse Benguigui. Pues, bien valió la pena esta espera: lo que obtuvimos los asistentes a este estreno en suelo mexicano fue una bendición funky, una reafirmación de que la French Touch nunca murió, solo tuvo relevos. Sí, señores, si de algo saben los franceses es de funk y baile.

mylko
Mylko

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Periodista enamorada hasta la locura de todo lo francés.