Molotov, La Molocha, la máquina, revivió con majestuosidad las obras que la han traído hasta este punto.
Cuenta la historia del arte que los músicos viajaron al centro del universo en busca de la magia que les permitiera crear armonía, pocos fueron privilegiados con las lecciones, mismas, que se trasmitieron solamente de boca a oído.
A principios de la década de los noventa apareció un par de jóvenes, quieres aparentemente se habían iniciado en el grupo de aquellos sabios que conocían las leyes de la trasmutación rítmica. Miguel Ángel Huidobro (bajo) e Ismael Fuentes (voz/guitarra) llegaron a la escena, con muy poca experiencia pero un gran potencial que sobresalió, rápidamente, entre los novatos.
Posteriormente, Randy Ebright (batería) y Paco Ayala (bajo) se adhirieron. De esta manera empezó, la llama creativa, que esperemos nunca se apague, mejor conocida como Molotov. Banda que junta todos los matices mexicanos y los dibuja en sus más de 150 canciones, cada una de ellas, con espíritu propio.
Hace 20 años la industria estaba totalmente viciada por los medios de comunicación populares, los cuales, querían implantar, a toda costa, un sistema cultural, donde nadie hablara, mucho menos detalladamente, de la verdad.
Fueron censurados, vetados, despreciados, pero jamás arrancados de raíz, intentaron ocultar lo que ya era una realidad: La revolución, un enfrentamiento no armando, que tenía como objetivo la libertad de expresar los pensamientos por más crudos que pudieran llegar a ser.
Gracias a esa lucha, las nuevas generaciones pueden disfrutar del peno y satisfactorio placer de manifestar sus ideas bajo cualquier plano artístico, siempre que no ofendan a nadie. Pero sobrero todo, gracias ese hecho, Molotov puede festejar noches como la del pasado 9 de noviembre.
Un Unplugged es la revelación total de los sentidos, es añadirle al origen una vasta porción de actualidad, de experiencia.El Desconecte (2018) es la promesa de echar un vistazo a esos momentos que el pasado contiene. El Teatro Metróplitan fue testigo de su versión tangible.
El escenario recreó las imágenes de los temas que fueron seleccionados. El número uno en salir fue Here We Kum, tal como lo marca el setlist original, esta primera interpretación mantuvo la energía original, pero la base acústica remarcó la gama de los nuevos arreglos añadidos.
Toda la audiencia disfrutaba de manera madura el concierto, quedándose en su lugar, hasta que apareció el himno que encuaderna con certeza la problemática migratoria: Frijolero; el grito de guerra contra los injustos señalamientos norteamericanos hacia la población mexicana.
Encaminados a la recta final, eligieron Me Convierto en Marciano como destino, sin embargo, la audiencia no estuvo de acuerdo, era casi un hecho que no saldrían sin tocar el track que describe, independientemente de su contenido, un antecedente de irreverencia que aplastó por completo, lo socialmente aceptable: Puto.
Molotov destruyó el estereotipo del éxito, demostró que se puede llegar desde cualquier punto, que ser uno mismo es más importante que tratar de impresionar a lo superficial. Gracias por dejarnos una valiosa herencia. Nos vemos la próxima y esperamos con ansias su próximo movimiento.