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Leon Bridges llegó al Plaza Condesa en el marco de su presentación como abridor a Harry Styles.

Mis abuelos maternos vivían en la colonia Zapata, dentro de la Gustavo A. Madero. Casa de un piso y 5 piezas que luego se convirtieron en solo tres. Los hijos se van y las recámaras de mis tíos se convirtieron en lo que es la sala y comedor.

Me gustaba visitar a los abuelos cada jueves. Seguro era por el mole que cocinaba Cuquita (mi abue), pero sobre todo para ver la consola Telefunken al fondo de la sala.

De madera en acabado poliéster. Los contornos eran negros con filamentos dorados, y hacia el centro se convertía en betas de caoba miel. A los costados, las rejillas y tela doradas ocultaban las bocinas. Si abrías las puertas estaban los valiosos vinilos.

Esa Telefunken rondaba el año 1968-1969. Tenía cantinera integrada, pero su alma era la tornamesa automática. Recuerdo muy bien su olor, que me lleva a imaginar la cantidad de música que giró en su plato. Rock and Roll, Blues, Soul, Rock, Disco, Rancheras y Boleros.

Si hoy la tuviera en casa, estaría sonando un disco de Sam Cooke y le seguiría el álbum Good Thing de Leon Bridges. Puedo apostar que sería un gran combo y una experiencia tan agradable como el concierto que dio anoche en El Plaza Condesa.

Tras el delicado y emotivo acto abridor de Fer Casillas, caminaron tranquilamente hacia su lugar 7 músicos. De fondo, cortinas que bailaban entre el azul y el morado. Atmósfera que anticipaba un concierto íntimo y fascinante.

Aunque tuvieras seleccionado lugar para disfrutar a Leon Bridges, sin sentirlo, ya te habías acercado más al escenario gracias a la satisfactoria asistencia.

Pude ver el brillo en los ojos de varias personas. La recompensa fue la sonrisa maravillada de Leon por estar en México y que hizo evidente al tomar el micrófono.

Sereno y con delicadeza inició el repertorio. Ligeras fallas técnicas en la segunda guitarra no impidieron que cada quien tomara su papel. Qué importaba, los movimientos del texano te dejaban con la boca abierta.

Soul, Blues, Rock and Roll, Pop, de altísima calidad es lo que salió de los parlantes y coreado por amantes de su música.

Desde luego que nos enseñó cómo se baila en Texas, pero también le cantó a los enamorados. Dedicó versos y estrofas. Al menos una canción pudo llevarte al borde de querer mandarle un mensaje a esa persona.

River fue ese momento. Leon Bridges junto con Brittni Jessie caminaron al centro del escenario. Las luces bajaban de intensidad. El roadie entregaba la guitarra a Leon. El resto fue un gospel blues que te sumía en un viaje de melancolía.

El público mexicano siempre reconoce la buena música. Corea y participa. Se vuelve cómplice de la seducción de Leon Bridges, quien jugó con las secciones de El Plaza logrando que levantaran (más) las manos y gritaran a todo pulmón.

Ritmos con subidas y bajadas, voces que son ricas y suaves, con destellos de falsetes. Adornos de jazz con letras escandalosamente románticas. Rompe con el pop y emula, de buena forma, las producciones de Motown.

La magia se hizo posible: traer los años 60 a la modernidad.

Si tuviese esa consola Telefunken de mis abuelos, seguramente sonarían los surcos de Leon Bridges.

 

Fotos por: Kross SCott

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Productor de radio / Locutor de DoReBeat, 94.9 FM @ Mty. Manager de bandas independientes & tatuadores.