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Al terminar de ver You Were Never Really Here deja la impresión de que es una película muy violenta.

Sin embargo las escenas de violencia explícita son mínimas; entonces, ¿cómo logra causarnos esa impresión?

Desde sus primero minutos You Were Never Really Here nos somete a un juego psicológico en el que por medio de varias piezas de información y escenas fragmentadas, tenemos que ir armando un rompecabezas emocional para terminar de conocer al protagonista y quizás comprender su compleja personalidad.

En su cuarto largometraje You Were Never Really Here, la directora escocesa Lynne Ramsay regresa con una propuesta más atrevida, compleja y que requiere un involucramiento más emocional por parte del  espectador para poder entrar en su emocional juego psicológico.

Joaquín Phoenix logra una actuación impresionante como Joe, un personaje complejo que trabaja como un asesino a sueldo lo suficientemente meticuloso como para esperar por horas a sus víctimas, pero completamente violento al nivel de matarlos a golpes de martillo. Phoenix consigue un tono exacto en el que su personaje exterioriza su brutalidad, pero en ciertos actos descubre su humanidad, al grado de regresar a casa, delicadamente tomar los lentes del rostro de su madre para llevarla a dormir, después de haber asesinado a un hombre.

Es interesante también la transformación física de Phoenix, pues no sólo denota una gran musculatura y una larga cabellera, también podemos ver sus grandes cicatrices que exteriorizan las marcas que lleva por dentro (mismas que vemos en los flashbacks) y que aún no ha logrado sanar, que lo acompañan todo el tiempo.

El estilo que Lynne Ramsay impregna a sus largometrajes es digno de un profundo estudio sobre cómo logra integrar el estado mental de sus protagonistas a su discurso cinematográfico en el que por medio de su montaje, la música y su puesta en escena nos sumerge en la psicosis de sus personajes, sin necesidad de explicar nada, sólo haciéndonos partícipes dentro de la cabeza de sus protagonistas como en la perturbadora We Need to Talk About Kevin ó en la claustrofóbica Ratcatcher.

El montaje de You Were Never Really Here es un punto fundamental de esta película; por una parte su ritmo es lento con un propósito muy claro: tenernos deambulando por los estados mentales del protagonista, busca involucrarnos en el trayecto, no en el destino ni en la acción.

Lo que nos lleva al segundo punto fenomenal del montaje: la violencia de la película es creada por nuestra mente, en realidad las escenas que asumimos como muy violentas, digamos las que involucran un martillo por ejemplo, nunca vemos una toma que nos muestre a Joe golpeando a sus víctimas con esta arma, la edición es tan astuta que nos muestra dos piezas (digamos el previo y el final) para que nuestra mente conecte ambas partes y asuma que hemos sido testigos de acto ultra violento.

La violencia no está en los asesinatos, está en la mente del protagonista, en su pasado, en su desconexión emocional, en la sociedad que conoce (llena de pedófilos y redes de prostitución infantil), pero lo más sorprendente es que la violencia está en en nuestras mentes.

Johnny Greenwood (guitarrista de Radiohead) es el encargado del alucinante score que acompaña a la película, cubriéndola con una atmósfera sonora que lleva tus sentidos a otro nivel a través de juegos de cuerdas, sintetizadores y tambores que elevan a otro nivel las emociones que las imágenes nos están transmitiendo. En la película la experiencia sonora es increíble, pero incluso escuchando el score por separado te transporta a una mente muy compleja.

You Were Never Really Here es sin duda una de las mejores películas que podrán ver este año.

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