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La 4ª Compañía, un escuadrón de la muerte al servicio de las autoridades de la cárcel.

Ciudad de México, 1979. López Portillo es el presidente de México y su íntimo amigo, el Negro, es el Comisionado de Policía de la Ciudad de México. Bajo su mando, la corrupción y el crimen no tienen límites.

Zambrano es un joven delincuente que llega a la Penitenciaría de Santa Martha con la esperanza de unirse a Los Perros de Santa Martha, el equipo de fútbol americano del lugar. Este equipo es también conocido como La 4ª Compañía, un escuadrón de la muerte al servicio de las autoridades de la cárcel, de la cual salen para robar carros de lujo y asaltar bancos, todo coordinado por El Negro Durazo (“Durazno” en la película).

El cine mexicano parece estar dividido en dos polos opuestos: por un lado las comedias románticas que rompen las taquillas nacionales, y por el otro las películas de autor que recorren festivales alrededor del mundo.

Pero poco se habla de la gran brecha que hay en medio, aquella en la que en años recientes, cineastas mexicanos se han atrevido a explorar nuevos géneros cinematográficos, con producciones que intentan tomar lo mejor de los dos mundos para atraer a la audiencia, sin menospreciar la calidad de las producciones y su manera de contarlas (como la reciente Vuelven de Issa López, por mencionar alguna). La 4ª Compañía es el mejor ejemplo.

Sus directores Vanessa Arreola y Amir Galván han creado una película técnicamente sobresaliente, que aunque me duela escribirlo, no parece una película mexicana del nivel cinematográfico que presenta.

Desde la estupenda fotografía de Miguel López que crea el ambiente en cada sitio de la prisión con la iluminación y el despliegue técnico de lentes y encuadres, pasando por la dirección actoral que hace verosímil lo que estamos presenciando, hasta el magistral diseño y mezcla de audio, que pone la ambientación de la película en un nivel íntimo con el espectador, pero a la vez imponente cuando se conjunta con las imágenes en la experiencia dentro de una sala de cine. La ambientación misma de la época de los setentas es simplemente impecable, además de tomar en cuenta que la película se filmó dentro del mismo penal de Santa Martha Acatitla.

Pero la importancia de esta película no radica exclusivamente en su forma, también en su fondo que es igual de trascendente (algo muy extraño dentro del cine mexicano para público masivo); la película se sitúa en un evento específico de la infame historia nacional, pero nos habla de un sistema penitenciario mexicano fallido que ha operado a beneficio del gobierno y fracasado rotundamente en la rehabilitación de los presos para una readaptación social, lo cual sigue siendo una utopía.

Su mayor mérito está en que la denuncia está implícita dentro de una película muy entretenida, lo cual puede cautivar a un público que sólo quiere entretenimiento y aún así se llevarán ese dejo de conciencia social.

También es verdad que La 4ª Compañía no está exenta de fallas, sobre todo en su edición con su constante pantalla dividida que deja de ser un recurso narrativo para volverse un obstaculo visual, entorpeciendo sus montajes, ó el uso de barridos en medio de una escena y otras decisiones poco favorables a las secuencias, pareciendo que quisieron usar todos los trucos disponibles de la chistera de la sala de edición. Pero la película es tan buena que esos aspectos se dejan de lado cuando los créditos finales aparecen.

Ve La 4ª Compañía porque pocas veces se puede ver una película tan lúcida en el cine mexicano que logre entretener y además reflexionar acerca del fracaso de los reclusorios en la reinserción social.

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