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No todos tenemos el final feliz que queremos, eso es algo que el australiano Alex Cameron sabe muy bien.

Forced WitnessEstá bien, perdí mi trabajo, pero te extraño y quiero que vayamos a Chinatown. Si no me quieres de vuelta, igual iré yo por mi final feliz.” Ojalá la felicidad absoluta fuera tan sencilla de obtener como una jodida Cajita Feliz, ¿no?

Happy Ending del Jumping The Shark (publicado en 2013 pero relanzado en 2016) es una muy buena canción para comenzar a explorar las bases conceptuales de la música del cantautor australiano. Es como cuando te paras de la cama y te pegas en el dedo chiquito del pie o como cuando pones un pie afuera de casa y pisas mierda: sabes que nada saldrá bien ese día.

Y es que nada sale bien para Cameron, o al menos no para su personaje: un hombre blanco en su crisis de la mediana edad, fracasado, consciente de su mediocridad pero conforme con ella, es más, orgulloso; qué más da. Alguien que tocó la gloria y ahora nada entre tiburones, ni siquiera esperando ser devorado, porque sabe que a ellos solo les gusta la carne más fresca. Bien lo dijo The Guardian: Alex Cameron is your new favourite loser. Un showman que es cool porque sabe que hace mucho tiempo dejó de serlo.

En Jumping The Shark, Cameron retrata a esta exdeidad del espectáculo que oscila entre la aceptación-parodia de sí mismo y la súplica para no dejarle caer en el olvido. Mientras que en Forced Witness, su nuevo álbum vía Secretly Canadian, la historia de este teporocho en la ruina continúa, con una decadencia extrañamente elegante: un vagabundo enamorado de una desnudista sin suerte, perdido entre los perfiles digitales de mujeres –que posiblemente sean hombres–, viviendo con la esperanza de que el amor lo salve de su miseria. Plot twist: no lo hará.

Running Out Of Love es una de las canciones que definen muy bien el disco, a nivel de letras e instrumentación. Y sí, que Brandon Flowers esté involucrado en la composición tiene mucho que ver: con un poco de imaginación este tema podría fácilmente colarse en algunos lados B de The Killers; los de antes, por los que seguimos soltando un “aaw” desbordante de nostalgia.

Y luego viene el clímax, un tema perfectamente equilibrado, que tiene todo para convertirse en un clásico: la unión de las espesas voces de Alex Cameron y Angel Olsen es algo que quizás no nos merecemos; en Stranger’s Kiss descubrimos que terminar una relación es una bendición y una maldición por igual, una libertad que decimos querer pero que realmente no estamos dispuestos a asumir, llámese amor, costumbre, o en el peor de los casos, codependencia.

Para True Lies y Studmuffin96 comprendemos por qué termina esta relación: un acuerdo en la vida real que se ve mermado por fantasías online con menores de edad; querer lo que no puedes tener (aún).

A estas alturas del disco debe quedarnos en claro que Cameron es un genio. Sus letras son sumamente creativas, graciosas, y aun así, reales y emocionales; uno no puede más que sentirse identificado con ellas. Así es como se siente llorar de felicidad y reír de tristeza. Para muestra, algunas líneas épicas en The Chihuahua, The Hacienda y Marlon Brando, respectivamente:

Our love was like a fire

Yeah, I pissed on it so I could sleep

[…]

‘Cause the pussy leaves town

when the boss ain’t around for the feeding

Maybe one day you could send me some nudes

I could agitate myself to the memory of rolling with you

[…]

No mírame, cuando lloro…

So tell me something baby, tell me I ain’t fine

I feel like Marlon Brando circa 1999.

¿Resignación o redención? Makes no difference when you come ‘round here, there ain’t politics in love. Y es que al final, lo que importa es sentirlo todo: la experiencia y el aprendizaje no se alcanzan, se soban después de tropezar.

Todo indica que Alex Cameron, el personaje, tomará un nuevo aire en el próximo álbum, mientras tanto, tirémonos a la mierda sonriendo con Forced Witness, como buenos millennials que somos.

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