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La Barranca, banda liderada por el músico José Manuel Aguilera se presentó en el Teatro Metropolitan con la excusa de celebrar 20 años de su álbum Tempestad, 21 años de su debut El Fuego de la Noche y pocos más del nacimiento de la banda.

Fotos cortesía de: OCESA, Cesar Vicuña

Un aire de gran expectativa se respira. Las edades, aunque variadas, dominan a los mayores de 30 años, porque La Barranca ya es una banda mayor de edad en México y el mundo. Nacieron en una época en la que el rock mexicano ya existía y aún así se han ganado su lugar en la historia de la música nacional independiente.

El tradicional precopeo sucedía minutos antes de que comenzara el evento. Estoy seguro que algunos incluso lo comenzaron horas antes, en algún rincón de la ciudad, donde se preparaban para ver a una banda que desparrama talento a madres. El amor a la música es un sello característico de La Barranca.

A ellos no les interesa la fama comercial y eso los hace únicos, tanto como sus fans que los siguen de cerca y no pierden oportunidad de presenciar uno de sus shows en vivo.

El lugar estaba casi lleno. Estábamos los que teníamos que estar, ni más ni menos. El líder y uno de los fundadores de la banda, José Manuel Aguilera, salió sobre el escenario para comenzar la celebración.

Poco a poco se anexaban más músicos, dependiendo de la canción que continuaba. Había dos baterías al fondo, invitados y mucha música que demostró el amplio catálogo de canciones con los que ya cuenta La Barranca.

Aguilera demostró, una vez más, su manera impresionante de hacerle el amor a la guitarra. Paisajes sonoros místicos, letras inteligentes, bien pensadas, razonables. Melodías rápidas y progresivas, mismas que de repente nos regresaba a momentos lentos y lúgubres.

No pasó mucho tiempo para darle la bienvenida a una invitada muy especial que acompañó a la banda durante casi todo el festejo. Cecilia Toussaint hizo presencia sobre el escenario y el público explotó en emoción y admiración por ser testigos de un momento que no se ve todos los días.

El concierto fue dividido con un intermedio, el cuál el público aprovechó para sacudirse la energía que experimentamos en la primera parte y darle entrada a un segundo acto para demostrar el potencial y el talento que cuenta una banda que, parafraseando a José Manuel Aguilera, ha recorrido un camino tortuoso, con altas y bajas, con poco apoyo de los medios masivos y que, aún así, se han abierto las puertas para consolidarse ante un público selecto.

Para el cierre de la noche, después de duetos, dos baterías al mismo tiempo, coros y un largo setlist, la banda se despidió, realizó un encore, hipnotizó al público y demostró la importancia de llamarse La Barranca, una banda que ejecuta música de calidad y que recorre lo mejor de los géneros y subgéneros como el progresivo, folclore, un poco de metal e incluso tintes electrónicos.

La Barranca ya tiene su lugar dentro de la historia del rock nacional, ¡enhorabuena!

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