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Theron produce y protagoniza Atómica su propia película buscando crear un personaje con la presencia para plantarse en el cine de acción actual.

En Mad Max Fury Road, Charlize Theron demostró que en las películas actuales, sí se pueden crear personajes femeninos dotados de una gran personalidad, heroísmo y muy badass, que levanten completamente una película sin necesidad de caer en estereotipos.

Ahora Theron produce y protagoniza Atómica su propia película buscando crear un personaje con la presencia para plantarse en el cine de acción actual.

Lo primero que llama atención de Atómica es la presentación del personaje de Lorraine (Charlize Theron) al inicio de la película, cuyo guión la muestra en su primer escena sanando sus heridas en una tina con hielo y mirando con tristeza una foto del agente asesinado una escena antes, lo cual inmediatamente nos habla de un ser vulnerable, más allá de una máquina asesina.

La sudafricana aporta una combinación mortal de clase, sensualidad y poder a su personaje de Lorraine, coqueteando en todo momento con las características de una femme fatale, pero sin caer completamente en ese estereotipo, lo cual es gracias a la vulnerabilidad que el guión le da.

Esta película está dirigida por David Leitch (el mismo director de John Wick), le apuesta más por la forma que por el fondo; no se complica y toma de base la fórmula de las películas de espías, con todos los clichés de la misma, para enfocarse más en el estilo, y vaya que lo derrocha.

Sin embargo, en mi opinión es precisamente el estilo el que opaca irónicamente a la película, puesto a que los constantes juegos visuales, el uso de colores neón y los movimientos atípicos de cámaras en escenas totalmente intrascendentes (como aquella donde la cámara da una vuelta de 360o y tildea de abajo hacia arriba, sólo para mostrar a Lorraine caminar por un callejón) hacen que uno como espectador pierda la capacidad de asombro y para poder apreciar precisamente el estilo que la película quiere enseñar.

Cuando la película utiliza dicho estilo en dosis moderadas realmente se vuelve un espectáculo impresionante que te envuelve en estados sentimentales distintos con el uso de colores, una ambientación ochentera de la alemania pre-caída del muro de Berlín impresionante, secuencias de acción filmadas y editadas con la precisión de un relojero, e inclusive unas escenas con tensión sexual bastante bien logradas.

Cabe destacar el gran plano secuencia, que aunque truqueado (cuando aparecen varias espaldas a cuadro en los planos secuencia, hay una alta probabilidad de que hayan pequeños cortes) luce impresionante, y mi secuencia favorita en la que dentro de un cine se da una pelea que tiene como fondo la proyección de STALKER de Andrei Tarkovsky en una pantalla grande.

La película tiene grandes momentos y referencias que cualquier cinéfilo disfrutará (como la canción de A Time Goes By usada en Casablanca, que suena en el bar dónde Lorraine toma su vodka en las rocas), pero se termina engolosinado con su propio estilo, lo que deja a uno un sabor un poco amargo.

La disfruté bastante, ¡pero me hubiera encantado que me gustara mucho más!

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