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Silencio (Silence) es un debate sobre la fe en las religiones, donde sus protagonistas tienen que pagar el precio por sus creencias, creando un juego espiritual donde se cuestiona la verdadera función de la fe en el ser humano.

Martin Scorsese ha sido un ícono del cine internacional cuyo aporte no se ha quedado en el legado de sus grandes películas como director, ha ido más allá y a contribuido al rescate de películas antiguas y la restauración de grandes clásicos, para el deleite de las generaciones de cinéfilos que están por venir.

Pero más allá del Scorsese cineasta y cinéfilo, se encuentra un personaje más interesante: el ser humano Martin Charles Scorsese. Un hombre pequeño de origen italiano, criado entre dos nichos familiares muy fuertes: la mafia y la religión católica, impuesta por la familia. Marty (como le dicen de cariño) ha construído su filmografía explorando la figura del gangster, pero le ha costado poder indagar en la religión.

Con La Última tentación de Cristo, Marty se atrevió a pisar el inmaculado terreno religioso, desde un punto de vista humano y atrevido, siendo fiel a la provocación de la novela en la que estaba basada, volviendo de carne y hueso al personaje de Jesús. La película fue duramente criticada por el Vaticano y prohibida durante años por la religión católica, en varios países, incluído México. Fue un gran paso para Scorsese el cineasta, pero un duro golpe para Marty la persona.

Esta vez, Scorsese vuelve con SILENCIO, un filme cuya producción tardó cerca de 27 años en realizarse, una prueba de resistencia para Marty y en cierta medida, de fe para realizarla. La historia de enfoca en la segunda mitad del siglo XVII, donde dos jesuitas portugueses (Andrew Garfield y Adam Driver) viajan a Japón en busca de un misionero (Liam Neeson) que, tras ser perseguido y torturado, ha renunciado a su fe. Los sacerdotes serán puestos a prueba viviendo el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos.

En 2 horas 45 minutos, Scorsese ha creado un viaje introspectivo, denso, pero soberbiamente filmado. La fotografía de Rodrigo Prieto traduce en imágenes la desolación de los protagonistas, quienes se sumergen en una atmósfera hostil para reencontrar su fe, aún a costa de sus vidas. Cada encuadre toma un punto de vista con los personajes a quienes toma de cerca en complicidad o lejanos, dominados por la inmensidad de los paisajes y lugares japoneses.

Silence es un debate sobre la fe en las religiones, donde sus protagonistas tienen que pagar el precio por sus creencias, creando un juego espiritual donde se cuestiona la verdadera función de la fe en el ser humano.

El gran cuestionamiento a SILENCE radica en la poca profundidad a la que Scorsese decide llegar, no poniendo en predicamento sus propias creencias y dando un final esperanzador para la visión creyente del ser humano, pero discordante para la gran e interesante pregunta que plantea el filme.

Aún así, SILENCE es un filme maestro, en el cual podemos ver al Scorsese más vulnerable de su carrera, desnudando la parte fundamental en su vida que pocas veces se atreve a explorar. Y esa es la esencia del arte.

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