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La Maldad nos narra la historia de Rafael Gil Morán, hombre de edad avanzada que lleva su andar diario entre terrenos rurales prácticamente inhabitados, y cuyo objetivo final es dar a conocer un pequeño guión cinematográfico, el cual ha escrito basado en la historia de su vida.

Espacios vacíos que nos envuelven en atmósferas propias del lugar más olvidado del mundo. Los cuales son habitados por un par de espíritus deambulantes del pasado, que son anclados al terreno por un sentimiento de soledad provocado por el paso del tiempo; esto es lo que nos muestra en sus primeros minutos La Maldad, ópera prima del director, guionista y productor Joshua Gil, cuya misión es mostrarnos una historia personal con pinceladas de critica hacia un sistema que se encarga de enterrar, por medio del olvido, sus raíces y pasado.

La Maldad nos narra la historia de Rafael Gil Morán, hombre de edad avanzada que lleva su andar diario entre terrenos rurales prácticamente inhabitados, y cuyo objetivo final es dar a conocer un pequeño guión cinematográfico, el cual ha escrito basado en la historia de su vida. Paralelamente, y en contraste con el deseo empecinado de Rafael, su vecino Raymundo Delgado vive en una situación precaria similar, con la diferencia que este último se ha dejado llevar más por el flujo de su vida solitaria, al punto de no querer sufrir más ese estilo de vida.

La Maldad nos golpea constantemente, con diálogos de personajes furiosos con su presente (Por momentos con criticas políticas directas), y añoranzas de un pasado refugiado en sus recuerdos y memorias; además de envolvernos en una burbuja visual que va evolucionando conforme las emociones de ambos sujetos se van modificando. Sin embargo, la secuencia que traza el camino de toda la narrativa de la película, se encuentra al inicio. En los primeros minutos de la película, nos confrontan con llamaradas en la pantalla que, poco a poco, hacen desaparecer los sembradíos que formarán parte del paisaje de todo el filme, dando una idea clara de cómo nuestros protagonistas serán consumidos, a lo largo de la cinta, por sus propios miedos e ideas de furia contra una sociedad que se ha encargado de enterrarlos en el pasado.

Otra parte interesante de la cinta, es el trabajo de mezclar una historia verídica con pequeñas dosis de ficción, que si bien por momentos pareciera que la historia tiene traspiés en el tono que intenta ofrecer, la naturalidad es la clave para que el ritmo de la misma termine por cuajar en su idea global; esto logrado por la edición de León Felipe González, que inicia con entornos luminosos en panoramas desérticos, cobijados por algunos sonidos de la propia naturaleza, y finalizando con ambientes perdidos en la oscuridad, y abrumados por los gritos citadinos de una sociedad furiosa contra su propio sistema.

Si bien Joshua Gil, contaba con una idea clara de lo que intentaba narrarnos, la sensación de improvisación que por momentos nos transmite la historia, personajes, así como la propia naturalidad de las locaciones, termina por permear en interacciones que llegan a tornarse ligeramente forzadas, sin caer en incomodidad en la pantalla. Aún así, debemos rescatar un proyecto que fue hecho con recursos propios de las diferentes partes involucradas, un trabajo de dirección con “no actores” que termina por darle fuerza a la cinta, y el valor de contarnos una historia personal, para dejarnos ver como nuestro pasado individual y como sociedad, se va diluyendo junto a nuestros propios prejuicios y errores como nación.

La Maldad fue rodada durante el 2012, una época complicada políticamente hablando, y si bien las criticas de la cinta al sistema podrían parecer metidas con calzador, el mensaje que nos transmiten de un pasado consumido por las llamas de una nación furiosa, una nación que intenta corregir los errores de su gobierno es al final, lo más atractivo y poderoso de la película.

Podremos gozar de esta cinta en el Cine Tonalá los días 14, 18, 19, 24 y 25 de enero, hasta su próximo estreno en la Cineteca Nacional.

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Pesimista patológico al puro estilo de Woody Allen. Amante del cine, fotografía y arte. Adicto a la televisión y los deportes, en especial el fútbol.