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La banda noventera Aterciopelados regresa a los escenarios después de ocho años de ausencia y presentan su nuevo-viejo material de éxitos Reluciente, Rechinante y Aterciopelado.

Bajo el concepto de re-uso o pos consumo —particularmente lanzaron la campaña RetroCD hasta el origen—. Discos de CD y DVD conforman la estética colorida, brillante y estrambótica de escenografía y vestuario en el Reluciente y Rechinante Tour.

Para mi querida Lola

¿Cómo definir este concierto? Igual pero diferente con la magia del re uso. Una parte cursi tirándole a meloso de tanta flor y corazones en escena con un mix de crítica social, cuidado a la naturaleza y una mirada de género antifalocéntrica. Además, diremos que fue un homenaje a la suave sensación de la tela que hace honor a su nombre: vellosa, densa y diversa, pero lo más importante, invita a envolverse con ella, a acariciar y mirar a quien lo trae puesto (sea humano o cosa). Bajo esa textura la noche del sábado 29 de octubre el Teatro Metropolitan se invadió de los corazones luminosos, llenos de color y ritmo del regreso de Andrea Echeverri y Héctor Buitrago.

Cada que se apagaban las luces en el escenario quedaba el corazón encendido de la Echeverri, literalmente, nada se veía más que las luces neón de un corazón que Andrea llevaba en su chaleco en conjunto con el de la larga falda de mezclilla, outfit al que sumaba sombreros distintos: nubes y arcoiris, el símbolo de amor y paz, navajas…Con su buena vibra y onda durante todo el concierto, justo como la definió Kevin Johansen, una hippie-punk por pacifista y guerrera. Nos disparó flores y al final antes de salir del teatro nos deseó que “la única cosa que nos atropelle sea la felicidad”.

Acompañando a Los Aterciopelados entraron Denisse Gutiérrez de Hello Seahorse, Astrid Hadad —y su despampanante vestido de corazones con ojos y luz y un sombrero del mismo motivo en batalla con la enorme navaja que traía Echeverri como adorno: cabezas-corazón y navaja al grito aguardientoso de la Hadad diciendo “cada vez que cae la noche me pongo a pensar y digo ¿de qué me sirve la cama si tú no duermes conmigo?”—. Rubén Albarrán invadió con su carisma, sus particulares chongos y saltos y coreamos con él Re “reconozco, revolución, redonda, […] café colombiano, terciopelo mexicano, abrazo latinoamericano” —no sin antes invitarnos al reto de abrazar a quien estaba a nuestro lado—. Y en vísperas del día de los difuntos no pudo faltar Juanga, quien en jubiloso espectro apareció en pantalla mientras se entonaba He venido a pedirte perdón.

No podemos cerrar esta reseña sin mencionar que los motivos centrales —a paz, el medio ambiente y las mujeres— escenarios del retorno al pasado, fueron actualidad contundente del contexto colombiano en particular y latinoamericano en general. Andrea en un pequeño gesto de protesta y demanda, después de entonar Ataque de risa —En vez de karate, propongo caricias/ En vez de bomba bombón/ En vez de que te maten, tomate un rico mate/ En vez de pelear, propongo enamorar […]— comentó “por todo lo que pasa en mi país me voy a aguantar con este sombrero una canción más” —el símbolo de amor y paz que no era tan ligero como otros de sus adornos— y continúo con Luz azul.

Dicho sea de paso y a manera de un comentario corto, en Colombia triunfó el no en el  plebiscito sobre la firma de los acuerdos de paz con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), negociación iniciada entre Juan Manuel Santos y el líder de las (FARC), Rodrigo Londoño —Timochenko— para acabar con una guerra de más de 50 años. Con 51.21 de votos por el no contra 49.78 por ciento en favor del y el abstencionismo en un 63% (La Jornada, 3 octubre 2016).

Así y bajo el tono cursi y a veces sin sentido frente a las condiciones de violencia global que vivimos en cada uno de nuestros países muchos nos sumamos al canto “que florezca la luz y que florezca la paz” de Aterciopelados.

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