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En Sing Street tenemos una coming of age que nos habla de la conexión tanto inevitable como necesaria, que se da entre la juventud y la música.

El cine del director irlandés John Carney ha encontrado en la música una conexión narrativa para contar historias, donde las canciones se vuelven protagonistas, sirviendo de conexión entre los personajes, las circunstancias y los sentimientos que los invaden.

Aunque sus filmes no se podrían considerar dentro del género de los musicales, parecen estar estructurados al ritmo de una canción pop, con armonía y un pegajoso coro que difícilmente puedes olvidar.

Tras haberse dado a notar con la balada folk Once y luego de haber bajado el ritmo con Begin Again (sus dos filmes más conocidos), Carney decide retroceder algunas décadas para contar una historia nostálgica, encontrando en los ochenta lo que hacía falta en su filmografía: actitud.

En Sing Street tenemos una coming of age que nos habla de la conexión tanto inevitable como necesaria, que se da entre la juventud y la música. De nuevo, Carney toma a la música de vehículo para entrelazar los lazos sentimentales que la película expone; el primer amor, la desorientación juvenil, los cambios de la edad, el amor fraternal y sobre todo, la libertad.

Sing Street no está exenta del tono cursi de su director y se evidencia en momentos musicales en los que podría llevar a sus personajes a lugares un poco más oscuros (como en la gran secuencia del toquín en el gimnasio) pero prefiere quedarse en la orilla, donde no le cueste trabajo traerlos de regreso para conmover en el gran final, algo así como un The Cure más de Head on the door y menos Disintegration.

Pero todo se justifica y alcanza una nota muy alta (como buena canción) cuando la película navega hacia su final, las piezas se van uniendo y de pronto, casi sin darnos cuenta, tenemos la fotografía completa de una etapa de la vida, de ese recuerdo intacto que cambió nuestros rumbos, de esos héroes anónimos que tuvimos como hermanos mayores que nos enseñaron la música que ahora amamos y ese primer amor que probablemente nunca fue el correcto pero nos desvivimos en él. Todo resumido en un final perfecto, como los que pocas veces nos regalan las películas y en el que el concepto de libertad se siente en cada fotograma.

Sing Street es un gran homenaje a los hermanos mayores, cosa que se ve poco, pero era justo que alguien lo hiciera. Una gran película que los hará vibrar y recordar aquellos viejos tiempos que quedaron atrapados dentro de alguna canción.

De las mejores películas del año.

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