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De la ya larga lista de películas de Pixar, existen algunas que han sido pieza clave para la filmografía de estos estudios de animación. ¿Lo es Buscando a Dory?

De entre ellas, en el año 2003 Buscando a Nemo fue una parte muy importante para el desarrollo de las películas que estaban por venir, tanto en animación (donde se perfeccionó virtualmente el elemento del agua) como en historia y guión (comenzaban a metaforizar los temas difíciles de tratar para los niños).

Es por ello que para la humilde opinión de quien escribe esta reseña y para críticos de cine muy respetados como Roger Ebert, Buscando a Nemo es una de las varias obras maestras que los estudios Pixar nos han heredado para la historia del cine.

Trece años después llega a las pantallas de cine Buscando a Dory, la secuela que nadie pidió, pero que los estudios se cansaron de rumorarla en los medios una y otra vez. Esta vez, la historia sigue a la simpática y olvidadiza pez azul Dory, quien por alguna extraña razón (muy aleatoria e innecesaria) siente la necesidad de saber su origen y de conocer a sus padres, a quienes perdió cuando era muy pequeña.

Es así como con fugaces recuerdos y la ayuda de sus amigos Marlín y Nemo, Dory va en búsqueda de sus raíces y sobre todo, de su verdadera familia.

Si, lo sé, suena tan de hueva la premisa que ni yo compraría el boleto para verla, ni en el miércoles de 2×1 vaya. Pero oh sorpresa que me llevé…

Primero que nada, a pesar de su evidente referencia al primer filme, Buscando a Dory es diferente a Buscando a Nemo, de hecho muy diferente diría yo. Mientras que en la primer parte la historia giraba en torno a la búsqueda de Nemo por parte de su padre, en esta secuela, la búsqueda se torna íntima y personal, tratándose de un gran viaje introspectivo por parte de Dory. Lo cual hace a esta secuela mucho muy interesante.

Esta serie de películas acuáticas de Pixar (por llamarles de algún modo) se caracterizan por ser una oda a las discapacidades y a las personas que las tienen. Piensen esto: en Buscando a Nemo, Marlín tenía discapacidad emocional, Dory mental y Nemo física (sin contar a los demás animales que asomaban algún problema).

Ahora en Buscando a Dory, nuevamente tenemos personajes con capacidades diferentes que de alguno u otro modo, han sido apartados de su medio ambiente.  El beluga que no puede desarrollar sus capacidades naturales, la tiburón ballena que tiene deficiencia visual (ambos separados en estanques) o el mismo calamar Hank, quien busca por cualquier medio la etiqueta que lo lleve a ser encerrado en una pecera para no tener que volver nunca más al mar abierto.

Sin embargo, es Dory quien se convierte en un personaje fabuloso; deja de ser la patiño que era en la primer parte (donde junto con Marlín, formó una de las parejas cómicas más geniales de los últimos años) para transformarse en un personaje de tres dimensiones, volviéndose más completo y complejo, sin dejar de lado su pérdida de memoria, a la que ahora abordan de otra manera, una mucho más interesante.

La película me recordó mucho a Memento (2000) e incluso a Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), pues el guión escrito por Andrew Stanton y Victoria Strouse, parte de una estructura fragmentada, donde Dory tiene que ir armando un rompecabezas con elementos de su pasado y quizás de su futuro (como en la cinta de Nolan) para llegar a sus padres.

Pero al mismo tiempo, debido a su memoria de corto plazo, la pez azul se ve inmiscuida en una carrera contra el tiempo para que sus recuerdos no se destruyan y aún quede en su cabeza la evidencia de que en algún momento tuvo un lugar feliz en el que podía ser ella misma (como en el filme de Gondry).

Tal vez me esté poniendo muy romántico pero Buscando a Dory no sólo me parece una secuela digna de la saga, también me parece una de las mejores películas que ha hecho Pixar en los últimos años. Es divertida, entretenida, emotiva (sin caer en el chantaje del que ya habían abusado los estudios) y sobre todo, es fiel a su esencia, no como otras secuelas que solo son más de lo mismo.

A pesar de esa terrible secuencia del trailer al agua, musicalizada por Luis Armstrong que se siente innecesaria y hasta parece de otra película (ya verán por qué lo digo), Buscando a Dory no tiene desperdicio y es la mejor opción para este verano, al menos hasta ahora.

Y la mejor frase seguirá siendo: “When life gets you down do you wanna know what you’ve gotta do? Just keep swimming”

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