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X-Men Apocalipsis descuida la reivindicación cinematográfica que le había entregado al subgénero para ceder ante las exigencias de la industria del súper héroe.

De entre toda la invasión de películas del ya considerado sub-género de súper héroes a la que hemos sido expuestos en los últimos años, la saga de los X-Men se ha destacado de todas las demás, gracias al buen e interesante tratamiento que se le ha dado en el cine (omitiendo The Last Stand y las de Wolverine, claro), y tras la estupenda X-Men: Días del futuro pasado, los fans y varios no tan fans, esperábamos con ansias el estreno de la tercer parte X-Men: Apocalipsis. ¿Cumplió con las expectativas? digamos que resultó un desastre apocalíptico. La peculiar saga de los mutantes, resultó ser más de lo mismo.

Todavía sigo sin creer que el Bryan Singer que estuvo a cargo de las dos películas previas (Primera generación y Días del futuro pasado) sea el mismo detrás de esta ostentosa y vacía tercer parte, pues no sólo no está al nivel de sus predecesoras, si no que se siente como una película muy opuestamente ajena a lo que se venía construyendo con la franquicia de los mutantes. En X-Men Apocalipsis, se sacrifica una interesante historia para dar paso a la espectacularidad de las batallas repletas de efectos especiales y al melodrama caricaturesco (todo lo opuesto a las otras entregas.

Al parecer en esta película decidieron dejar de lado el tratamiento argumental y el desarrollo de personajes y decidieron darnos, básicamente, más de lo mismo; un personaje de Magneto (Michael Fassbender) que sigue debatiéndose entre el bando del bien o el bando del mal, Raven (Jennifer Lawrence) ahora tiene un estatus de heroína que no quiere aceptar (¿alguien dijo Hunger Games?) por defender la causa mutante, el temible villano Apocalipsis (Oscar Issac) quiere reunir a un ejército mutante para acabar con los humanos y que estos reinen el mundo (¿no era eso lo que Magneto intentaba hacer en la primer saga de X-Men?) y hasta Quicksilver (Evan Peters) tiene el mismo gag de slow motion e incluso lo alargan (pues por que es chistoso, ¿no?), pero sigue teniendo la misma intrascendencia en la historia.

La película nos regala escenas absurdas y de humor involuntario, como esa en donde el nuevo despertar de Apocalipsis se produce gracias a que la Doctora Moira (Rose Byrne) deja, literalmente, la puerta abierta (más bien, el tapete abierto) y el sol entra a la tumba, o aquella en la que Apocalipsis tras estar dormido miles de años, se actualiza en las noticias de los 80’s poniendo su mano en la televisión, y tampoco podemos omitir la gran escena tributo a Aladdín (si, la de Disney) en la que Ororo Munroe alias Storm, es reprendida por el vendedor del puesto donde robó comida (¡donde incluso el vendedor dice el mismo diálogo que en Aladdín!) pero es rescatada por Apocalipsis (¡igual que Aladdín!) quien utiliza su súper poder de…matar con arena y hundirlos en la arcilla.
Por cierto, ese Apocalipsis es todo un caso: no sólo saca el mayor poder a cada uno de los mutantes que conforman sus jinetes, también les hace sus trajes muy monos y uno que otro tatuaje para que se vean más badass.

Los diálogos también son otra joyita absurda de este guión, pues no sólo nos quieren explicar TODO lo que sucede en la mente de cada personaje (vean las escenas donde Magneto charla con su hija o los monólogos del profesor Xavier, repetidos de las otras películas), además tenemos líneas como “ya tienes tu avión de guerra, ahora hay que vestirnos para la guerra” de Raven, o la desafortunada e insípida referencia a Star Wars en la que los mutantes más jóvenes salen de ver El Regreso del Jedi y alguno suelta el chiste-justificación-premonición de que “la tercer parte siempre es la peor”, gag que cortan inmediatamente con otra escena que te hace olvidarlo rápidamente.
El pobre tratamiento del guión se puede ver reflejado en la incapacidad para tener a muchos personajes en un mismo sitio, manteniendo diálogos interesantes y enfocado a la trama; en lugar de eso, los guionistas (incluido el mismo Bryan Singer) recurren al viejo truco de encerrar a un grupo de personajes para alejarlos de la escena y así poder contar otra cosa, como lo hacen en la escena donde aparece Wolverine: Raven, Quicksilver, Beast y la doctora Moira están atrapados en una celda (donde dialogan muy poco), para dar paso a la escena complaciente al fan, donde Cíclope, Nightcrawler y Jean se encuentran con Wolverine (escena donde por cierto, ni diálogos hay). Nada que ver con las películas anteriores, donde el guión mantenía en una misma escena hasta a cinco o seis mutantes, en la cual todos tenían peso escénico y diálogos útiles.

Estamos pues ante una película que traicionó el atractivo tratamiento argumental de sus antecesoras para compensar al espectador homogeneizado del subgénero de súper héroes, quién espera alimentar su fanatismo viendo desfilar a muchos súper héroes en una sola película, aunque estos no tengan mayor repercusión en la trama. X-Men Apocalipsis descuida la reivindicación cinematográfica que le había entregado al subgénero para ceder ante las exigencias de la industria del súper héroe; misma que exige contar la misma historia una y otra vez, grandes batallas con espectaculares efectos visuales y que funcione como un gran comercial que despierte en el espectador las ganas de ver las próximas películas. Donde además, las caras bonitas deben vender, aunque esto signifique no respetar la esencia de los personajes (Jennifer Lawrence sale como Jennifer Lawrence prácticamente toda la película y poco tiempo como su personaje Raven). Ante esto me sigo preguntando: ¿no podrían hacer lo mismo en menos tiempo? ¿todas tienen que durar más de dos horas?

Aunque la película es fallida, repetitiva y aburrida, no dudo ni tantito que guste a los que disfrutan del producto sensación en el cine que son las películas de súper héroes, pues cada vez estos filmes están más diseñados para complacer al fan y menos dedicados a realizar buenas historias o mejor contadas.

En fin, preparémonos para la siguiente…

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