¿Cómo calificar la idea de hacer una película muda en pleno siglo XXI? Algunos la calificarían como genial, otros como oportunista; de cualquier manera, hay que aceptar que hubo cierto merito en la idea de Michel Hazanavicius, director francés, de crear The Artist.
Esta película, muda y en blanco y negro. Cuenta la historia de George Valentin, un famoso actor de la era muda que es desplazado con la llegada de las “talkies” nombre con el que se dieron a conocer los films sonoros en los años 30.
Para entender un poco más The Artist hay que aclarar unas cuestiones. Primeramente, lo que en Hollywood de la época se le conocía como el “Studio System”. A partir de los años 20 y hasta los 50, existía un sistema en Hollywood muy diferente al que se usa ahora.
Los grandes estudios (MGM, Fox, Paramount, RKO, Warner Brothers, Loews y un poco después Universal y Columbia) tenían bajo contrato de exclusividad a actores y directores e incluso varios cines, lo cual les daba una especie de oligopolio sobre la producción cinematográfica. Esto hacia que tanto actores y productores (los directores eran menos importantes en esa época, con sus claras excepciones) tuvieran cierto poder de negociación como vemos en el film en varias ocasiones.
También hay que entender que la cantidad de películas que se realizaba era mucho mayor, dado que no había tantos problemas de distribución y contratación del equipo que hacia las cintas. Por dar un ejemplo, D.W. Griffith hizo en 1909 aproximada 140 cintas, esto también por que se grababa en muy poco tiempo los filmes. Esto explica la cantidad de cintas que hacen los actores de The Artist adentro de la película y su temática muy similar.
Finalmente, parece difícil entender la aversión de George Valentin a hacer la transición hacia el cine sonoro, pero eso refleja un pensamiento de muchos realizadores de la época que estaban horrorizados por esta técnica y creían que era un insulto al cine. Así como muchos actores y directores lograron hacer la transición perfectamente, otros como 2 grandes: Chaplin y Griffith no la tuvieron tan fácil y éste ultimo prácticamente dejo de trabajar.
Habiendo dado un poco del contexto histórico, también hay que mencionar que The Artist lucha contra dos de los mas grandes puntos negativos que le halla la mayoría del público de cine moderno a una película: blanco y negro, y muda.
Esto por supuesto es un prejuicio negativo que las audiencias han desarrollado y hay que decir que si nos negamos a estos dos parámetros estamos no solo negando un poco más de la mitad de las producciones cinematográficas de la historia, si no que también la mayoría de las más grandes filmes que se han hecho (con especial consideración a varias producciones de los 30‘s y 50‘s).
The Artist tiene grandes cosas a su favor. Las actuaciones de sus dos protagonistas, Jean Dujardin y Berenice Bejo, son soberbias y están respaldadas por un buen elenco. La música, parte clave de las cintas mudas, es bella y lleva la historia de manera perfecta.
El diseño de producción, vestuarios, edición y cinematografía son perfectamente ejecutadas. Incluso el guión es bueno y aclarando la posible duda de varios, es importante el guión pues aunque no haya diálogos per se, la historia tiene que ser llevada de tal manera que se usen la minima cantidad de títulos (The Artist usa aproximadamente 15-20 en 100 minutos de duración) y tiene que ser lo suficientemente clara para que la falta de diálogos no impida entender la historia.
Hay que decir que The Artist está plagada de clichés, pero nunca pretende no estarlo, es más, es básicamente un requisitito de la historia que cuenta pero logran hacerlos agradables y simplemente cae bien la trama.
No obstante The Artist para nada es esta joya cinematográfica, como varios la están llamando. Es difícil con cintas como esta, separar la noción de una película que nos gusta y que es buena. The Artist es una cinta que, a la gran mayoría de los que olviden este estigma del cine mudo y la vean, no los decepcionara. Esta divertida, carismática y es difícil no sentirse atraídos por ella. Pero esto no la vuelve una gran película, ni es la mejor cinta del año (aunque los Oscares dirán lo contrario).
The Artist se jacta de ser una “carta de amor al cine” y de cierta manera lo es. No solo nos trae esta nostalgia por el cine antiguo en la historia, si no que la cinta esta plagada de referencias a varios films de antaño. La escena del desayuno esta tomada casi cuadro por cuadro de Citizen Kane (1941), la escena donde los dos protagonistas se conocen asemeja mucho a una en A Star Is Born (1954), la premiere al inicio de la cinta es análoga a una que ocurre en Singin’ in the Rain (1952).
Otras cintas como The Lost Weekend (1945) y actores como Fred Astaire, Douglas Fairbanks asemejan a George Valentin y Peppy Miller (Bejo) recuerda a Mary Pickford o Lilian Gish. El mismo score tiene una parte del de Vertigo de Hitchcock y la manera de editar (en especial el cross cutting de la escena clímax) recuerdan las viejas técnicas de la época.
Pero al intentar hacer homenajear a estos personajes de la historia cinematográfica, Hazanavicius olvida lo que hacia a Murnau, a Griffith, a Ozu, a los mismos Chaplin y Keaton y hace una película muda versión light por decirlo así. Usa lo que la hace diferente (ser silente y blanco/negro) como atractor pero si la película fuera sonora no seria la gran cosa en su historia, y manera de hacerse. Cosa que no podemos decir por ejemplo de HUGO que usa también un atrayente (3D) pero funciona sin el.
Al final del día The Artist ganará mejor película en los siguientes premios Oscares. Y tiene todas están cosas que gustan y que caen bien (mención honorífica al perro, Uggie) que harán que nadie se sienta ofendido. Pero The Artist, como lo han sido otras cintas ganadoras de la estatuilla (The King’s Speech o How Green Was My Valley) serán olvidadas con el paso del tiempo y cintas a las que vencieron duraran más en la memoria colectiva (The Descendants, Social Network y Citizen Kane son ejemplos respectivamente). Aun así, The Artist es un film que simplemente hay que ver, aunque sea para perderlo el miedo al cine mudo y poder ver las grandes joyas que tiene en su haber.