A Marriage Story, drama familiar autobiográfico del director Noah Baumbach, llega a tu televisor con buenas críticas.
En una voz en off escuchamos a Charlie al inicio del la película, contándonos lo que ama de su esposa Nicole; su calidez, que realmente escucha cuando alguien le cuenta algo, que siempre sabe qué hacer en los problemas familiares, que les corta e cabello a él y a su hijo, su taza de té que inexplicablemente nunca bebe, que da grandes regalos, que es una madre que juega de verdad, que es competitiva, entre otras sutiles cosas.
Sin conocer aún a Nicole, sabemos lo mucho que Charlie la ama y admira; pero, en un juego cruel de montaje, nos damos cuenta que este monólogo no es más que un ejercicio de empatía, dentro de una terapia matrimonial, para recordar porqué se casaron en primer lugar, y como un lejano recuerdo, recapitular el amor que se tienen.
Marriage Story inunda la pantalla de un tono melancólico de principio a fin, una brisa de amor en un matrimonio que ya no puede seguir unido, y que los espectadores presenciaremos cómo un torbellino está por llevarse los restos de su relación conyugal.
En su decimotercer película como director, el neoyorquino Noah Baumbach escribe y dirige un filme honesto e imparcial sobre el final del matrimonio, y el ciclón incontrolable de emociones que invade a los protagonistas dentro de esa dura decisión que es el divorcio.
Aunque Baumbach ya ha tocado el divorcio en previas ocasiones en su filmografía, esta vez lo mira desde un ángulo distinto, lejano al exceso al querer mostrar las consecuencias de una ruptura familiar (como el niño que se masturba en la biblioteca de su escuela en The Squid and the Whale), y comprende al proceso de separación como un naufragio en el que ambos individuos son envueltos por emociones que no saben cómo afrontar, ni saben qué hacer o cómo reaccionar para poder recuperar sus vidas, y lo mejor de lo perdido.
La vida de Charlie está en New York, la de Nicole en Los Ángeles, entre ellos hay mucho amor, pero también una brecha de distancia tan grande como la que divide a las dos ciudades en las costas opuestas de Estados Unidos.
Scarlett Johansson (Nicole) y Adam Driver (Charly) personifican estupendamente a estos náufragos de la relación de pareja en la vida adulta; mientras Nicole quiere recuperar su individualidad lejos de la sombra de Charly, éste no entiende cómo su mundo perfecto se va desmoronando, ni el porqué todo debe cambiar repentinamente.
La audacia del guión, escrito por el mismo Baumbach, es ponernos a los espectadores como testigos del rompimiento, pero con los argumento suficientes para comprender a cada uno y encontrar difícil tomar un bando en la historia.
Visualmente, la película es igual de desgarradora, o incluso más por el impacto de sus encuadres en nuestros sentidos; muy cercano e influenciado al estilo de Ingmar Bergman cuyas películas reflejaban las emociones en sus decoraciones y colores de set (incluso la obra de teatro que montan Charlie con Nicole se llama “Escenas de un matrimonio”).
El diseño de arte de Marriage Story transmite una desolación abrumadora en los momentos clave en la separación de Nicole y Charlie, utilizando una casa vacía, con paredes blancas (en un tono más color hueso), o muebles de madera con colores más rústicos, con la calidez de un hogar.
Esto reforzado con el uso de lentes de gran angular para hacer enormes los espacios cuando la pareja ya no tiene nada qué decir, imposibilitados de poder arreglar lo roto entre ellos; y por el contrario, encuadres cerrados cuando el conflicto legal los apabulla, gracias a los feroces abogados (estupendos trabajos de Laura Dern, Ray Liota y Alan Alda).
Como en cada relación, Marriage Story se va construyendo de pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos con otros distractores (las grandes actuaciones, por ejemplo), pero son los que nos están contando lo que verdaderamente pasa entre la pareja.
Los cortes de cabello, los disfraces de Charlie en los halloween, las fotos en los marcos, la composición de los encuadres con respecto a la posición que Charlie y Nicole ocupan (los dos comparten encuadre en two shot, para luego aparecer en planos separados).
El espacio en el que se mueven los personajes (la escena en la que Charlie ayuda a Nicole a cerrar su portón y esta va “desapareciendo” al quedarse dentro) y por supuesto, ese bello final del cuál sólo diré que el amarrar las agujetas de los zapatos de alguien nunca había sido tan significativo en un filme.
Todo esto marcado por el sensacional score de Randy Newman (Toy Story, The Meyerowitz Stories) que invoca cada sentimiento que van dejando las escenas, por dolorosas o felices que sean.
A Baumbach se le ha relacionado conceptualmente muchas veces en su carrera con el también neoyorquino Woody Allen, sobre todo por el estilo teatral con que filma sus películas y los temas que toca en sus guiones; pero hace rato que Baumbach ya forjó su propio estilo narrativo y conceptual, y Marriage Story es la cumbre de su madurez como autor.
En lo personal, no me parece un drama del cuál uno salga con los ojos rojos y húmedos de verla; por el contrario, me parece un filme optimista, del cual nadie saldrá ileso, y dependiendo la mirada con que uno vea el amor, en la etapa que sea en la que estén viviendo, le encontrarán un sentido diferente. Una mirada honesta al amor después del amor.