Con este álbum, Interpol regresa a lo básico para redefinir su nuevo sonido sin arriesgarse demasiado, pero tampoco apostaron por la opción segura como lo hicieron en El Pintor.
Hemos visto a través de todos estos años aparecer y desvanecerse entre sus desafortunio a tantas agrupaciones del llamado sonido Indie Rock que explotaron el género a principios de siglo. Algunos sobrevivientes han ido cambiando su estilo disco a disco hasta llegar a un punto casi irreconocible, perdiendo esa esencia que los llevó al estrellato.
Pero para nuestra suerte, Interpol supo cómo renovarse luego de un complejo periodo de transición en dos discos (Interpol y El Pintor) y es así como llena a nosotros Marauder, su sexto álbum de estudio que, probablemente, es su mejor trabajo desde Our Love To Admire que ha adquirido fuerza y los años le han sentado bien.
Es notoria una unión más sólida entre Paul Banks, Daniel Kessler y Sam Fogarino, afianzándose al fin como un trío, quienes por fin encontraron balance al momento de trabajar juntos, luego de la notoria partida de Carlos Dengler en 2010 y el tener que arreglárselas para trabajar ellos tres en El Pintor, cuatro años después.
Gran parte de esto se le acredita a la forma relajada en la que comenzaron a trabajar las nuevas canciones, en un pequeño cuarto con un estilo vintage y fotografías tomadas por Nick Zinner de Yeah Yeah Yeahs en las paredes. Un ambiente clandestino y privado, que capturaba a la perfección el ambiente de la ciudad del Rock, y los convirtió nuevamente en tres sujetos apasionados por hacer algo de ruido (cosa que los terminó metiendo en problemas con la policía por las quejas de los vecinos).
Fue así como surgió The Rover, el primer sencillo presentado de Marauder, una de las canciones más fuertes que Interpol presenta en años, pues a pesar de que El Pintor nos regaló temas como All The Rage Back Home, carecen de esa energía que te golpea de inmediato.
The Rover es pretenciosa y profunda, pero bien aterrizada. Comienza con un riff fresco que nos muestran en pocos segundos que el potencial instrumental de la banda neoyorquina está en su máximo punto. Las letras no se quedan atrás y trabajan en conjunto con el video promocional (utilizado como precuela), para plasmar la transición de un cómo un hombre perdido en sus frustraciones se convierte en una peligrosa figura de culto.
Podría decirse que es la canción más potente del disco, y a pesar de que fue colocada entre los primeros temas (el segundo), en esta ocasión la banda no gastó todas las balas desde la introducción. Antes de marcar el contraste con The Rover, Marauder inicia con If You Really Love Nothing y la falta de pasión por la vida, con coros que nos remiten de inmediato a Barricade del álbum homónimo.
El disco se divide en tres partes definidas por dos interludios y juegan un papel importante para comprender el paseo del merodeador. En la primera encontramos grandes temas en los que Interpol retoma su sonido con fuerza. Aquí destaca —además de The Rover— Flight of Fancy, una canción que bien podría formar parte de los dos sencillos perdidos de Antics, aunque con un bajo mucho más apagado.
Se puede percibir esa frustración en las letras de Paul Banks, produciendo un agridulce sabor de boca al ser contrastado con las dulces y agudas notas de guitarra. Flight of Fancy es como esa pequeña chispa de esperanza entre la desesperación que ronda la temática del álbum. De hecho, en la mayoría de las canciones se percibe cómo el bajo pierde su papel protagónico y muchas veces las notas se pierden entre las capas de sonido que Interpol quiso impregnar a Marauder con una vibra “minimalista” que causa conflicto en la mezcla de las percusiones, ya que a veces suenan bastante salvajes y se comen la voz de Banks.
El claro ejemplo de esto lo tenemos en Party Is Over. Los altibajos sonoros hacen que el álbum pierda solidez en la unión de canciones, porque los golpes de la batería llegan de forma repentina y dan la impresión de que se pierde la línea conceptual por un segundo. Por otra parte este “defecto” le da un toque crudo de rock desenfrenado (un tanto Punk) que sólo habíamos podido apreciar en Turn On The Bright Lights con hits como Say Hello to the Angels. Sí, hay secuelas de todos sus trabajos anteriores y los riffs secos y desérticos de El Pintor regresan al intro de Complications antes de transformarse en una pieza de Rock oscuro y un tanto halloweenezco.
También tenemos influencias old school en Stay In Touch con tintes de Rock neoyorquino dignos de sonar en la época dorada de CBGB, sin importar que éste track se vuelve más lento conforme avanza. Después del primer interludio tenemos a Mountain Child, NYSMAW y Surveillance, tres canciones que a pesar de no ser malas presentan grandes similitudes entre sí, dándole un pequeño toque de monotonía al álbum.
Afortunadamente esto se rompe con Number 10, una historia de la delgada línea entre el odio y el amor que radica en dos trabajadores de una oficina. Aquí es donde más se respira el aire de frustración y tristeza, además del excelente trabajo de Kessler en las guitarras.
Marauder hace que se sienta bien estar confundido ante la vida, dándole la cara al fantasma de las expectativas de todo lo que esperábamos de nosotros mismos en la vida. La mejor forma de lograrlo es a través de guitarrazos y notas fuertes para sacar del pecho esa sensación, un gran homenaje a la esencia del género.
Según las declaraciones de Paul Banks, por primera vez tiene gran seguridad en sus letras que son más directas y están llenas de historias personales. Claro que habrán fans nostálgicos que se aferren al argumento de que Interpol necesita de la presencia de Carlos Dengler para volver a ser como antes. Pero tenemos que reconocer que la calidad instrumental de cada integrante es impresionante, dejando de lado por un segundo los extraños arreglos de producción de Dave Fridmann.
El tour de aniversario de su álbum debut los ayudó a renovar la forma en la que trabajan juntos, sustituyendo ese vacío en los escenarios. En cuanto al arte del álbum, se trata de una fotografía de Elliot RIchardson, un procurador fiscal en que se rehusó a seguir las órdenes del presidente Nixon en el ’73, y era definido como una persona solitaria y aislada. Un personaje que encaja perfectamente con la temática, ahora representando en la nueva etapa de la banda en una imagen monocromática.
El cierre corre a cargo de It Probably Maters donde salen a la luz los problemas de una relación imperfecta y los sentimientos de ira, arrepentimientos y la necesidad de obtener respuestas ante la fragilidad del vínculo que los une, próximo a romperse.
Con este álbum, Interpol regresa a lo básico para redefinir su nuevo sonido sin arriesgarse demasiado, pero tampoco apostaron por la opción segura como lo hicieron en El Pintor.
Tal vez hay varias cosas que podrían cambiar o pulirse para un resultado concreto, sin embargo debemos admirar la forma en la que retoman su camino hacia futuros proyectos de forma natural.
Por fin salieron de su esa zona de confort y esto implica que las cosas pueden ponerse muy experimentales o estancarse durante otro par de años. Tendremos que esperar para saberlo, y mientras tanto tenemos bastante tiempo para digerir con calma los misterios de Marauder.