Depeche Mode se presentó nuevamente en la CDMX con la excusa de promocionar su último material discográfico, Spirit, estrenado hace un año.
Son más de 30 años de carrera musical para Depeche Mode y en todo este tiempo, la banda ha pisado tierras mexicanas cuatro veces. Por lo tanto, es natural ver público de todas las edades para el evento. Los jóvenes de los 80 y 90 ahora son papás y quieren inculcar ese gusto musical a sus hijos, y qué mejor que presentarle a una de las bandas que ha sabido reinventarse a través del tiempo.
Con más de una docena de álbumes en carrera, la banda ha evolucionado con el paso de los años. Se nota el contexto de cada canción y cada álbum. Les gusta jugar con los sintetizadores y las guitarras. Van del industrial al synth pop y dan vuelta al dark wave. Los fans se segmentan, algunos aman más Violator, otros se van con los primeros materiales y unos más con ULTRA.
Curiosamente, ULTRA fue el protagonista de la noche, al tocar cinco canciones contra las tres de Spirit, el álbum recién salido del horno. Nadie se quejó por ello. El setlist fue increíble y, aunque a estas alturas siempre quedará afuera alguna canción, muchos quedaron satisfechos.
Minutos antes de las nueve de la noche las luces se apagaron y Revolution de The Beatles comenzó a sonar en las bocinas del Foro Sol. El público enloqueció y se preparó para Depeche Mode.
Dave Gahan, Martin Gore y Andrew Fletcher subieron al escenario. Aplausos y gritos mientras Going Backwards abre el concierto.
Las sorpresas y los recuerdos comenzaron a fluir a partir de Barrel of a Gun. El público de pie, algunos grabando el momento, mientras otros se contoneaban en su propio lugar. Niños pequeños viendo por primera vez a Depeche Mode y adultos emocionados por ver a una banda que los ha acompañado desde su adolescencia.
El sonido impecable hasta adelante y con algunos problemas hasta atrás, pero eso no importaba. La gente se sabe las canciones y sus coros opacan la voz de Dave Gahan.
A Pain That I USed To, Precious e Insight en una versión semiacústica fueron bien recibidas.
Gahan es todo un frontman y sus compañeros no se quedan atrás. Emanaron vitalidad y energía que parecía inagotable. Una pasarela en medio del público servía para que Gahan se paseara frente a todos. Movimientos sensuales, vueltas y brincos por todo el escenario. Si ellos no se cansaron, nosotros tampoco.
Cabe destacar los visuales proyectados durante algunas de sus canciones, los cuales son autoría de Anton Corbijn. Un deleite para la pupila, todo un viaje colorido que adornaban las melodías del grupo.
El clímax sonoro llegó a partir de Enjoy the Silence y todavía después de un encore, nos deleitaron con una bonita versión acústica de Strangelove y el cierre explosivo con Personal Jesus.
Dos horas donde quedamos hipnotizados y nos provocaron un revoltijo de emociones. Dos horas que fueron suficientes para calmar las ansias de volver a verlos en vivo (después de su última visita hace nueve años) pero a la vez insuficientes, porque siempre queremos más Depeche Mode.
Como sea, es impresionante ver que la banda sobre el escenario disfruta tocar en vivo y derrochando pasión. Su música es un alimento para nuestra alma y espíritu.
Fotos: Chino Lemus