Después de casi dos años, Pastilla volvió a pisar la ciudad de México para avisar que no estaban muertos, sino solo en un proceso para continuar tocando música para una legión de fans.
Fueron meses de confusiones en sus redes sociales. Comportamientos volubles. Unas veces mandaban todo al carajo. Otras más anunciaban un pronto regreso y la promoción de materiales inéditos y otras más con disculpas por haber sido hackeados.
Como sea, a muchos seguidores no les importó y solo querían ver una vez más a Pastilla en vivo.
Querían recordar, cantar, corear y olvidarse por un momento de que la adultez ya nos había alcanzado a todos, incluso al miembro principal de Pastilla, Víctor Monroy.
La amenaza de lluvia estuvo presente previo al acceso al Foro Indie Rocks!, que por cierto se atrasó, provocando una fila impaciente para accesar, comprar una cerveza y esperar la presentación de la banda.
Con el tiempo encima y un recinto lleno a tres cuartas partes, salió a calentar motores Da’mango, una banda originaria de Pachuca y que recibió aceptación entre el público. Su presentación fue breve para darle entrada al grupo principal.
Minutos después y en medio de aplausos y gritos salió Pastilla. Víctor Monroy y compañía se mostraron felices de haber regresado a una ciudad donde cuentan con un público fiel y que corea un gran número de canciones.
La última vez que nos visitaron fue en 2016, justo en la celebración de su veinte aniversario en el Lunario, donde nos trasladaron a la juventud que tanto anhelamos.
Ahora, muchos somos adultos y un número reducido son nueva generación que nunca habían visto a Pastilla. El ambiente comenzó a sentirse raro cuando el setlist fue campechaneado entre clásicos y canciones extraviadas que fueron compiladas y lanzadas en álbumes durante 2017.
Rolas como Comezón, Ensenada, A Marte y Colores fueron de las más coreadas y aplaudidas. El público estuvo con ganas de una catarsis colectiva, pero el reducido espacio, la edad y quizá porque era jueves solo nos limitó a gritar y movernos tímidamente desde nuestras posiciones.
Aún así, hubo ciertos detalles que se agradecieron, como el momento en que Víctor Monroy regaló aguas y una cerveza al público. O escuchó peticiones y aceptó una para tocarla al momento.
El cierre fue entremezclado con más canciones clásicas y rarezas. Por lo tanto fue un concierto con altibajos. Aún así, a pesar de dejar fuera muchísimas canciones que esperábamos escuchar, fue un momento suficiente para calmar nuestras ansias de ver una vez más a Pastilla.
Los de Pastilla no andaban muertos, andaban madurando y aunque su futuro se ve borroso, nosotros como público seguiremos depositando la nostalgia y las ganas de revivir nuestra juventud, cuando la adultez se veía lejana y solo queríamos cantar canciones sobre el amor roto, lo difícil que es crecer y que no queríamos terminar como adultos grises.
A más de veinte años, la banda logró algo que otras bandas intentaron y se quedaron en el camino: crecer con nosotros, equivocarse, sufrir, llorar, alegrarse y tener siempre el ferviente deseo de volver a nacer, aunque sea a manera de reinvención. Así es Pastilla, así somos nosotros.