El pasado 29 de septiembre el Teatro Metropólitan maquilló sus instalaciones para acoger con galanura a Paté de Fuá.
Fotos cortesía de: OCESA
La velada tenía dos propósitos: Festejar 11 años de vitalidad en estas aguas truculentas de la música artesanal y ceder parte de las entradas a los damnificados del sismo que aquejo a nuestro país en días previos. Objetivos que fueron rebasados por la lealtad de sus benéficos seguidores.
En el 2002 un joven de procedencia sudamericana, con la cartera vencida en pesos argentinos, arribó al aeropuerto de la Ciudad de México. Yayo González (guitarrista/vocalista) llegó con un prospecto musical en mente, mismo que surgió 4 años después. Este 2017 con una sonrisa que florece desde su válvula vital, regodea en un merecido festejo.
Media hora antes de la cita estipulada, los asistentes vigoraban en ansiedad y recitaban calladamente los sones que probablemente escucharían a lo largo de la celebración.
Con una puntualidad predilecta, los integrantes llenaron en escenario, un fraternal saludo bastó para que la garganta del público estallara en una ovación simbólica. Guillermo Perata (trompeta/bajo), Dan Mazor (saxofón/clarinete), Demián Cantilo (batería) y Yayo González inclinaron la cabeza para recitar El Extranjero, como muestra de respeto a la tierra que los vio evolucionar.
Un ambiente rebosante en tango canterano de las calles adoquinadas de la vieja Argentina, fungía como octavo miembro. Las luces hacían juego perfecto con la calidez que transpiraban y con un sonido tan nítido que haría danzar el alma de Dmitri Shostakóvich.
La exactitud en cada pieza abarrotaba las paredes del sitio, no había cabida para la frustración escénica. Una permuta de posición por parte de la agrupación dio entrada a una solemne melancolía; El Fantasma Enamorado poseyó cada espacio por pequeño que pareciera, corazones eran inundados en lamento por aquel espíritu que solloza en el purgatorio por no poder tocar a la hija de enterrador.
Como artesanos espartanos moldeaban una presentación que asegurara un vasto recorrido por sus años de trayectoria. Sin aparente cansancio, las manos de Víctor Madariaga (acordeón) eran sacrificadas en función del melódico vals que los jueces disfrazados de oyentes, glorificaban.
Guardaron su descaso para pedir por la completa sanación de las víctimas del terremoto que sacudió a México. Un aire de nostalgia y tristeza bañaban las pupilas de los presentes al escuchar La Tempestad.
“Como el sol de un amanecer abrazando la oscuridad aprendimos a renacer una y mil veces en soledad…..ten en cuenta que yo estaré siempre a tu lado en la tempestad”
Una feria lugareña apareció para limpiar las lágrimas y comenzar con el baile que desató un fogoso carnaval.
La despedida estaba próxima, era inevitable. Los espectadores preferían hacer caso omiso a los detalles que hacían referencia a ese adiós. Una y otra vez Paté de Fuá intento pasar desaparecido y huir sin causar dolor, pero ni ellos querían abandonar la trinchera.
Recaudando 2 horas con 40 minutos, rescataron temas que solo la fanaticada profesional coreaba. Al final una reverencia dejo satisfecha y exhausta a su aguerrida hinchada.
Felicitamos a Paté de Fuá por su ardua labor, reconocemos que no es fácil conceptualizar un sonido tan extravagante, aplaudimos sus apariciones y les deseamos más años de prosperidad.