Comienza el Vive Latino 2017 lleno de críticas, expectativas y demás comentarios, sobre lo que se esperaba y todavía se espera, de su decimoctava edición.
Fotos por: @edgarsagra / @Indiekross
– ¡Ahora sí es un Vive Latino! –, hubo quien argumentó. Y con temor a equivocarme, me parece que es de las ediciones donde más presencia se le ha dado a la escena latinoamericana.
Un festival con la trayectoria del Vive Latino no puede evitar ser el foco de atención, sobre todo considerando que con el surgimiento de más y más festivales, el reto que el VL presenta es grande y probablemente esa presión influye en la selección de bandas. Entonces ¿qué es lo que el VL tiene por ofrecernos que lo haga diferente a cualquier otro festival?
Fueron pocos los proyectos que no pertenecen a la escena latina, y digamos que cumplen con el objetivo de ser propuestas independientes – o lo que sea que eso signifique hoy en día –. Es así como nuestro tan socorrido Vive Latino está dejando de ser tímido, callado e inocente y en su edición número dieciocho, retorna a su origen como un festival particularmente latinoamericano donde proyectos emergentes y de gran trayectoria, convergen para ofrecer al público una amplia variedad de ritmos que mueven las fibras bailadoras de cualquiera.
Independientemente de que haya bandas de cajón que se han convertido en la vieja confiable del festival, la realidad es que siguen prendiendo, lo cual solo significa una cosa, que el público es leal a esas grandes bandas latinoamericanas que refrescan sus espectáculos año tras año; como, hasta el momento, lo vimos con Inspector, Los Fabulosos Cadillacs y Babasónicos.
Pero un de los que – a mi perecer – se llevó la noche fue nuestro veinteañero Jarabe de Palo. Tal vez solo fue predisposición, sugestión o absurda melancolía al ver, un par de horas antes de que subieran al escenario, a un Pau Donés hablar de lo que nuestro país significa para la banda y el afecto que sienten por su público mexicano.
Ya arriba del escenario Indio Pilsner Plata vimos a un Jarabe de Palo por el que los años no han pasado. Eufórica, emotiva y llena de energía fue la presentación que la banda nos brindó, tocando los clásicos que el público no pudo evitar corear de principio a fin, como: Bonito, Grita, Romeo y Julieta, Depende, Déjame Vivir, Te Miro y Tiemblo, Humo, Agua, Dos días en la Vida, El Lado Oscuro, La Flaca y hasta la canción popular El Rey, con la que concluyeron.
Sin duda no hago justicia al resto de las bandas que se entregaron en los escenarios, pero basta con mencionar que, por mucho, el primer día del Vive Latino 2017 superó las expectativas y dejó a miles de personas satisfechas con la oferta musical que trajeron.
Probablemente para quienes prejuiciosamente decidieron no venir por parecerles un cartel muy “x” y sin “bandas fuertes”, jamás comprenderán que la grandeza de una banda no radica en el número de personas que atraiga o el costo del boleto de su presentación en solitario; una banda es grande porque lo entrega todo en cada show, al grado de no importar que tan lejos estás del escenario o si solo puedes verla por las pantallas laterales, porque durante esos minutos la conexión entre músico y público reduce las distancias.
Así que si hoy te vas a lanzar al Foro Sol, mejor prepárate para el gran cierre de una edición más que, pese a detalles técnicos y de organización – que sabemos bien que son el pan nuestro de cada festival y por ende no creo necesario mencionar –, sigue demostrando por qué el Vive Latino es de los festivales más importantes para la escena latinoamericana.
