La semana inició con una noticia devastadora, el genial Ennio Morricone paso a mejor vida la mañana de este lunes en Italia. El deceso fue en una clínica de Roma, víctima de complicaciones asociadas a una caída que sufrió en pasados días.
Todos esperábamos que recogiera el premio Princesa de Asturias el próximo mes de septiembre. Sin embargo, fiel a su estilo, tiene que ser aquello que no se dice, ni se ve; nos dejó huérfanos de su personalidad y su gracia musical, misma que hiciera inolvidables las cintas de Leone, Eastwood, Tarantino, entre otros.
Ennio, el hombre que sufrió haciendo cine, vivió una carrera esplendida, su música nos sigue acompañando en nuestros momentos más personales y más dolorosos. El genio de Morricone fue mas allá de su trabajo; su familia siempre fue un punto básico en su actuar, sobretodo su esposa Maria Travia, la que en sus palabras, siempre estuvo ahí.
María siempre ha estado ahí y es algo que le debo; algunas veces ha colaborado como letrista en temas de películas como La Misión, Cinema Paradiso o Érase una vez en el Oeste; pero para mi era importante que figurara como coautora y pudiera beneficiarse de los ingreso que generan mis obras, pues sin ella nada de lo que he hecho habría sido posible.
Su extensa carrera lo llevó a participar en mas de 500 proyectos entre cine y televisión, pero dentro de sus obras más icónicas, sin duda, sus trabajos dentro del género spaghetti western, de la mano de su amigo el director Sergio Leone; quedando marcado en la historia con el mítico BSO del filme El bueno, el malo y el feo.
En sus últimos años de vida del nonagenario autor, el éxito en forma de la academia de cine norteamericano le llegó de golpe, ganando su primer premio Oscar a sus 87 años con el BSO de The Hateful Eight, en la 88 edición de los premios a lo mejor del cine de Estados Unidos, después de 5 nominaciones previas.
La vida y obra de Ennio Morricone será un lujo dentro del cine que siempre quedara ahí, un músico con valores como pocos, mostrándose siempre fiel a sus ideales y su familia; la magia de Ennio quedará en sus westerns, en su Cinema Paradiso, pero sobretodo en su esposa, como lo apreciamos en su carta póstuma.
Hasta siempre, Ennio; que tu última partitura sea una auténtica oda al amor y a la pasión, con la que siempre nuestros oídos acompañarán cada cuadro que veamos animarse en la gran pantalla, siempre de la mano de tus dulces melodías.
Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio a todos los amigos que siempre han estado cerca de mí y también a aquellos que están un poco lejos, a los que saludo con gran afecto.
Es imposible nombrarlos a todos. Pero un recuerdo especial es para Peppuccio y Roberta, amigos fraternales muy presentes en los últimos años de nuestra vida. Solo hay una razón que me impulsa a saludar así a todos y a celebrar un funeral de forma privada: no quiero molestar.
Saludo con mucho afecto a Inés, Laura, Sara, Enzo y Norbert, por haber compartido conmigo y mi familia gran parte de mi vida. Quiero recordar con amor a mis hermanas Adriana, María, Franca y a sus seres queridos y hacerles saber cuánto los he amado.
Un saludo pleno, intenso y profundo a mis hijos Marco, Alessandra, Andrea, Giovanni, mi nuera Mónica y a mis nietos Francesca, Valentina, Francesco y Luca. Espero que comprendan cuánto los he amado.
Por último, María, pero no última. A ella le renuevo el extraordinario amor que nos mantuvo unidos y que lamento abandonar, a ella, la despedida más dolorosa.