José Balvin es un tipo coherente, al menos sí dentro de lo que escribe en sus canciones. Un tipo que “no se complica y que le gusta pasarla rico“, pero que a su vez, es una máquina de hits, ya no solamente dentro de Latinoamérica, también a nivel mundial.
Incluso colgándose una medalla de ser el primer latino que colabora con el artista plástico nipón Takashi Murakami al ser el director creativo de todo el arte para Colores.
Si algo destaca al colombiano, es que es un workaholic en todo lo que hace; no se detiene sacando sencillos sueltos para él mismo y otros más en colaboración para sus camaradas del género, haciendo diseños para marcas de ropa y tenis, e inclusive para muebles.
Esta misma obsesión por el trabajo lo ha llevado al lugar donde está, a mejorar cada vez más con sus producciones, y por ende, a ser de los pocos que de verdad se esmere por hacer todo un concepto en sus discos para que puedan ser escuchados de principio a fin y no solamente por los sencillos.
Desde Energía (2016), hasta OASIS en colaboración con Bad Bunny (2019), el crecimiento musical ha sido bastante fluido por el regaettonero al grado de treparse como headliner de diversos festivales en Europa.
Y sí, mucho halago para el señor Balvin, pero si se trata puntualmente de hablar de Colores, el sexto álbum de estudio del de Medellín, Colombia, entonces hablemos de eso.
Colores es un concepto sencillo que trae detrás historias que parecen no estar tan alejadas las unas de las otras, contrario a como el mismo Balvin mencionaba anteriormente en algunas entrevistas. De hecho, todas son muy similares en su contenido: amor, fiesta y sexo consensuado. Porque, pues sí, hay que mantener la congruencia de alguna forma.
Amarillo, el primer extracto de las 10 piezas elegidas para Colores, es un gran tema que se destaca por su pista y por el mismo J Balvin al ser siempre leal con sus amigos y colegas. “Reggaeton de Tego pa’ que se lo gocen“. Un hit de esos que fluyen natural y que motivan para seguir y encontrarse con… ¡Oh por Dios! Otro muy buen tema.
Así es, Azul tiene ese encanto del clímax en el coro que miles, inclusive millones, están ardiendo por cantar y bailar sobre las tibias arenas de cualquier parte del globo terráqueo una vez que pase la tempestad del COVID 19. Azul es de esos sencillos letales que pegan de una en la radio y se te quedan pegadas en la mente.
En Rojo escuchamos al José más romántico, clavado y ganoso tiernamente de “sentir aquí” a su amada, en un sencillo bastante quedito que bien puedes escuchar junto a tus padres sentados en la sala, o bien, si se quieren poner más intensos, perrearlo en familia al terminar la cena por lo muy correcta que es (al menos dentro del género).
Ese mismo romanticismo se expande dentro de Rosa, que por cierto, es un tema producido por Diplo que ya casi casi tiene genes latinos de tanto tocar perreo en sus sets propios y con Major Lazer. Como sea, Rosa es un tema que realmente no trae mucho aporte a la causa y hace un quiebre hacia abajo durante su turno.
A diferencia del track anterior, llega Morado, el segundo sencillo que es lúcido y un claro trancazote, donde a pesar de tener letra similar a los temas anteriores, tiene su propia personalidad gracias a la pista y energía que desempeña.
La primera de las dos colaboraciones de Colores aparece en Verde, junto al también de Medellín, Sky Rompiendo, que para variar es uno de los productores de cabecera y gran amigo de José. Un sujeto al que en gran medida le debe su éxito y que es total protagonista en la producción de Colores. Verde, por cierto, en un gran tema, de los más infravalorados junto a Negro que también tiene lo suyo, aunque en menor cantidad.
Como si fuera siguiendo el patrón de su mismo título, eso es Gris, una canción pálida que bien podría no existir y no pasaría nada. Un corte que retrocede en lugar de ir hacia adelante.
Arcoíris parece tener buena propuesta de un principio, pero conforme va avanzando se vuelve tediosa a pesar de implementar al nigeriano Mr Eazi en algunas estrofas, la segunda y última colaboración que se desvanece al final del tema entre un sampleo muy pobre y hasta mal logrado de Chan Chan de la Buenavista Social Club.
La luz al final del túnel es Blanco, el primer sencillo que, a diferencia de los demás cortes, tiene una letra más elaborada y rimas mejor estructuradas con porciones bastante buenas dentro una pista que no tiene muchos cambios, pero que no por eso demerita el tema.
Colores, con sus casi 29 minutos de duración, y que por poco podría ser hasta un EP, cuenta con varios sube y bajas entre canciones que son un trancazo y otras que no tienen pena ni gloria. Un disco de Reggaetón fresa, suavecito y nada atascado que es cumplidor para la radio, lo comercial y lo políticamente correcto dentro de la congruencia de J Balvin, e inclusive de sus escuchas más fieles.
No es la mejor obra de José, por supuesto. Para eso están Energía y Vibras. Pero lo que sí, es que J Balvin es un hombre que trabaja arduamente para estar en la posición en la que está hasta ahora, que es un showman espectacular y que cada vez más sorprende con su capacidad de ofrecer un espectáculo de clase mundial en la parte audiovisual. Y si no lo creen, vayan a ver su última presentación en los Premios Lo Nuestro.