El Festival Hipnosis ocurrió nuevamente, y ahora en su tercera edición vivimos momentos históricos, sobretodo de bandas que jamás habían pisado México.
Primero lo primero, el contexto de este festival.
En 2017 sucedió su primera edición en Lomas Altas, pero luego, un año después y con un sorprendente line up, especialmente por la primera visita de King Gizzard a México, el festival fue todo un éxito, incluso con un obligatorio cambio de sede, donde el bosque y el clima jugaría un papel muy importante.
Ahora, en su tercera edición, Hipnosis mantuvo esa curaduría que emociona a los amantes de la psicodelia, el sonido experimental, stoner y demás subgéneros que nos ponen en un trance sonoro.
Para esta ocasión, el cartel presumía la primer visita de Stereolab, el super grupo The Claypool Lennon Delirium, Mild High Club, Kikagaku Moyo y Electric Wizard, el cual un par de semanas antes se anunció su cancelación y el repuesto sería Fu Manchu, otra banda que tampoco había pisado nuestro país.
Para los que fuimos el año pasado a aquella edición un tanto apurada por el cambio de venue, aprendimos que el lugar es bastante místico, pero las inclemencias del clima podrían arruinar la experiencia si no se está preparado.
Afortunadamente para esta edición, se habló bastante al respecto. El venue sigue siendo el mismo y durante las mismas fechas, así que todos sabíamos que lo más seguro es que llovería y así fue. Una gran mayoría del público se preparó con botas para la lluvia e impermeables para no perderse de los actos que tanto esperamos.
Los peros son pocos pero bien señalados. El acceso al lugar (ya sea en transporte o auto particular) sigue siendo un tanto confuso y complicado al llegar. Recomendamos señalizaciones e incluso apoyo de oficiales de tránsito para agilizar el flujo de vehículos, porque se perdía bastante tiempo para saber a dónde llegar a estacionarse y caminar rumbo a la entrada del festival.
La cuestión del cashless estuvo bien a medias. Era una tarjeta la cual nos obligaba a poner atención extra a no perderla, contrario a otros festivales donde lo manejan con pulsera, el cual es más complicado de perder.
Se agradecen las atenciones puestas de la edición pasada para mejorar la experiencia en esta, como algunos caminos de grava, los cuales aún no son suficientes, sobretodo en el área de baños, pero bueno, como se dijo desde un principio, las botas de lluvia prácticamente eran un requisito para entrar y muy indispensables.
La oferta de comida, algunas activaciones y la carpa extra donde había DJs ocurrieron bastante bien. Porque no todo era el escenario principal, también había otras actividades para entretenerse mientras esperabas a alguna banda en particular.
Podías aventarte en la tirolesa, la cuál estuvo activa bastante tiempo, incluso en la noche, así como los food trucks que también tenían servicio ya aún en horarios avanzados.
Y ahora sí, el plato fuerte: las bandas.
El escenario principal era grande y el sonido era bastante potente. Los grupos se presentaron sin contratiempos y cada uno de ellos entregados ante un público deseoso de bailar y dejar todo sobre el campo lleno de lodo.
El talento nacional fueron de las primeras bandas en calentar el ambiente, tales como Sei Still y Tajak, así como The Darts y Crumb hicieron lo mismo.
Para Kikagaku Moyo, cayendo la tarde, las nubes comenzaron a reunirse para preparar la esperada lluvia. Y finalmente en Uncle Acid and the Deadbeats, mientras todos estábamos hipnotizados por el sonido pesado y pastoso del grupo, un fina pero constante lluvia comenzó a caer.
Los impermeables y capas de plástico se hicieron presentes y Mild High Club salió a ponernos a bailar con su sonido colorido. Mezcla de sonidos de jazz, toques pop, psicodelia suave. Sin duda las presentaciones eran únicas.
Fuimos testigos del delirio sonoro de Les Claypool y Sean Lennon, quienes son todo un deleite visual verlos explotar las notas y los tonos de sus instrumentos.
Para el final otro momento histórico con Stereolab. El grupo inglés que después de una larga trayectoria en los 90 y década de los 2000, se reunieron para continuar con su legado.
Hermoso de principio a fin. Con una ligera lluvia, todos quedamos encantados de escuchar esa deliciosa mescolanza de sonidos que se pasean por el krautrock, pop psicodélico, electrónica francesa y experimentación.
Al terminar este penúltimo acto, muchos decidieron comenzar a irse, puesto que el cambio de género vendría con Fu Manchu, otra brutal banda de stoner y heavy metal que cerró el festival con broche de oro.
La lluvia cesó. Muchos se retiraron y los que nos quedamos al final salimos exhaustos de un festival brutal, el cual se llena de un público muy específico, que sabe a lo que va.
Hipnosis no es un festival de pose, el protagonista es la música y ya tiene su propia esencia entre la amplia cantidad de opciones de festivales a lo largo de todo el país.
Cinco estrellas, excelente servicio para esta edición. Nos vemos el próximo año, con botas e impermeables, porque con ese clima frío, la lluvia y el estar rodeado de bosque, así sabe mejor el Festival Hipnosis.