Han pasado casi 12 años desde la primera vez que Nacho Vegas se subió por primera vez al escenario del Teatro Metropolitan de la Ciudad de México, lapso en el que el cantautor español ha madurado del todo y así lo demostró en lo que pudo ser su noche de graduación en el recinto azteca.
Del Nacho Vegas que el público mexicano conoció de la mano de Enrique Bunbury a través de aquel enorme El Tiempo de las Cerezas, queda todo y nada a la vez, pues aquel “joven revelación” del Indie ibérico ha salido del cascarón enfrente de todos.
La noche del 14 de noviembre de 2018 bien pudo aparecer con birrete y toga sobre el escenario -al menos para los “no iniciados”- tras una carrera solista que cumple ya la mayoría de edad y que en general acumula 28 largos años de andares sobre las tablas.
El ex líder de Manta Ray, aquel grupo que puso en el mapa musical español a Gijón, apareció entre luces violetas, haciendo honor al nombre de su nuevo álbum, Violética, para poner de inmediato de píe a su público, ese que de a poco ha ido acumulando en México y que le demostró fidelidad pese a los tres años de ausencia en el país.
El Corazón Helado fue el primer tema que desgranó con esa voz desafinada y desgarradora al mismo tiempo, que a veces parece débil y que a la vez es su principal fortaleza, lo que lo ha transformado en un referente de la música latina.
Siguieron La plaza de la Soledá, Ideología y Desborde, para después seguirse con Ciudad Vampira, la adaptación de Devil Town de Daniel Johnston, que si bien realizó inspirado en su ciudad natal, terminó dedicándosela hace algunos años a México, incluso como homenaje a los 43 de Ayotzinapa.
El clásico incantable, Canción de Palacio 7 tiñó de su ideología política la noche, misma que para el siguiente acto contó con la participación de diferentes asociaciones que luchan por los derechos de migrantes y en contra del feminicidio, así llegó la climática Crímenes Cantados en donde la banda de Nacho fue enmarcada con mantas con consignas como “Disculpe las molestias pero nos están matando”, mientras Vegas sacudía con una mano el pañuelo verde, símbolo de la lucha en pro de la legalización del aborto.
Con un público entregado que casi colmó el céntrico recinto, Nacho volvió a enterarse que sus fans lo prefieren desgarrado, con letras deprimentes que más bien resultan recitadas que cantadas a la mala vida, a los malos momentos, a la tragedia humana y así llegó el himno a su propia falta de voluntad para dejar la heroína, Morir o Matar.
Le siguió Ser Árbol primer sencillo de Violética y después La Pena o la Nada, con mención a su “compadre” Bunbury incluida, esa canción que en realidad lo catapultó en México de la mano de la atroz frase en pro del amor muerto “entre el dolor y la nada, elegí el dolor” cantada con alarido y desafino incluido por cada asistente.
La nueva Todos contra el cielo convivió con la añeja Nuevos Planes, Idénticas Estrategias, le siguió La última atrocidad que contó con un extraño dueto en el que una invitada trataba de seducir a Nacho sobre el escenario mientras que él, con la timidez que le caracteriza ponía varios metros de por medio.
Cómo Hacer Crack y La Gran Broma Final llevaron a Maldigo del alto cielo el cover de Violeta Parra que dio pie a todo el nuevo material con el que Vegas gira por nuestro país y con el que salió del templete por primera vez.
Las Palabras Mágicas marcó su vuelta en el primer encore, seguido de Que te vaya bien Miss Carrusel para un nuevo apagón de las luces que sería interrumpido por su lúgubre historia de amor anal Dry Martini S.A. que preparó el gran final.
Como es costumbre desde hace casi 15 años, Nacho Vegas cerró la noche con esa suerte de testamento de un don nadie, “El hombre que casi conoció a Michi Panero” que fue coreada hasta que las luces se encendieron.
Nacho Vegas se ha graduado y con honores. 18 años de carrera solista no pasan en balde y en él se nota, pues si bien sigue siendo el mismo chico tímido que evita lo más posible el contacto visual con el público, cada vez parece entender mucho más su sitio en la música latina.
Sigue siendo el mismo Nacho Vegas de los himnos populares en pro de las izquierdas, el mismo que insulta a banqueros y políticos (incluido Peña Nieto) y también el mismo que parece desgarrar su garganta cuando intenta cantar, el mismo de las letras dramáticas que nos hacen pensar en una vida llena de experiencias miserables.
El mismo Nacho que hace tiempo dejó atrás los fantasmas y que si bien en Latinoamérica fue conocido por un disco al alimón (referencia favorita del villamelón), hace tiempo que demuestra que juega en otra liga, la suya propia.