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Después de un receso artístico, QBO, la banda que nació en bajo el seno de la CDMX, regresó con una presentación digna de los teatros griegos.

El 2000, año de cambios, la transición de siglo influyó en todos los aspectos, giró totalmente la perspectiva de la realidad, la manera de hacer las cosas no volvería a ser la misma. Desde lo tecnológico hasta lo escénico, la renovación había llegado.

México enfrentaba la primera regeneración política, la sociedad necesitaba estabilidad, mientras que en el plano musical, grandes nombres seguían cosechando el dulce fruto de su siembra; Carlos Santana conseguía la misma cantidad de premios Grammy que Michael Jackson.

Hechos que significaron el despertar de una generación. Tonio Ruiz, quien ya contaba con una década de trayectoria en la escena, estaba a punto a dar otro paso, nadie mejor que él sabe lo complicado que es construir algo desde cero, con Coda estaba viviendo un sueño, sin embargo, quiera seguir volando.

En el 2001 inició la búsqueda de los arquitectos para este nuevo proyecto, fue hasta el 2003 cuando los encontró. Con un concepto totalmente distinto a su banda origen, el guitarrista, indagó en lo melódico, rescató piezas de diferentes referencias e inclinó esta propuesta llamada Qbo, hacia el thrash alternativo con un toque de ligereza.

Este 2018, con seis materiales discográficos, festejan 15 años de evolución constante. El pasado 27 de julio fue la celebración oficial.

Escogieron, para esta magna fiesta, un venue de calidad macro-estética  tanto en audio como en vídeo: El Lunario del Auditorio Nacional, cuyo escenario, dio su primer destello a las 10:23 pm con Volver a Respirar, archivo del primer álbum.

El rugir de la guitarra llegaba a todos los corazones, en este momento no importaba quien era más fanático, todos estaban unidos bajo un mismo lazo: La Qbo Army, bautizo oficial de la agrupación.

Las letras relataban problemas que atosigan al hombre; corazones rotos, perdida de paciencia, lucha por salir de algún abismo, carencia de fuerza de voluntad al no dejar ir y un desgastante etc.,  pero, eran acompañadas de arreglos gruesos y rudos que hacia mas fácil su digestión, tal vez así sea la vida, a veces hay que modificar el enfoque.

Lu (bajo), Tarro (batería) y Tonio, aprovecharon la ocasión para reflexionar sobre la unión, la fuerza de la sociedad y el papel tan importante que cada persona tiene frente a su país, aglutinando sólidamente estas palabras en We Are.

Se podía respirar la fidelidad de su hinchada, no importó cuando tiempo había pasado, los amaban de igual manera, incluso, un poco más. El trío tomó este sentimiento y con virtud logró elevarlo a su forma purificada; adoración.

Un instante de quietud abordó a los asistentes, no sabían que estaba por ocurrir, Qbo es agradecido y su método reciprocidad es grande. Prepararon un sistema acústico para recitar algunas canciones, sin duda un acontecimiento que se guardará en la memoria del público para siempre.

Con sigilo y cautela prepararon el final, tratando de despedirse sanamente, sin dolor. La noche cerró, se fueron pero prometieron jamás abandonarnos, no fue un adiós, sino un hasta pronto.

Solo nos queda aplaudir la excelente velada. ¡Muchas felicidades Qbo!.

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Príncipe de Cd. Nezahualcóyotl. Partidario de la libertad artística, voy por la vida defiendo a los bulleados musicales aunque no siempre gane. No existe música sin sentido, solo gente sin sentimientos.