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Este fin de semana llega a las pantallas la tercera y última entrega de la saga 50 Sombras de Grey, titulada 50 Sombras Liberadas. Aquí nuestro análisis porque somos bien chingones y viajamos en el tiempo para verla y contarles qué tal está.

La historia arranca con la boda de la feliz pareja del Señor (Jamie Dornan) y Señora Grey (Dakota Johnson) – referidos así casi durante toda la película – (algo así como Sr. y Sra. Smith pero con menos presupuesto y nula creatividad). A quienes sin necesidad de conocer o saber el antecedente de la historia, son la típica pareja acaudalada que tiene todos los lujos que el cine hollywoodense pueda ofrecer: jets, botes, lujosos automóviles (próximos nominados a mejor actuación), ropa de diseñador y apartamentos con una arquitectura minimalista muy al estilo de la élite contemporánea.

Por alguna ‘extraña’ razón no hay coherencia entre los diferentes aspectos de la narrativa; por un lado son la feliz pareja enamorada que, cual Edward y Bella Cullen en su luna de miel – saga de Crepúsculo –, no pueden dejar de tener encuentros sexuales completamente descontextualizados de lo que sucede dentro de la trama central – un villano que envidia todo lo que tienen y atenta contra sus felices existencias –.

Afortunadamente los personajes son tan ‘versátiles’ que logran encontrar el momento adecuado, dentro de las breves dosis de suspenso, para darse un tiempo a solas y practicar la naturaleza de la reproducción humana (porque es muy lógico que si alguien intenta matarte te den ganas de intimar).

Sin necesidad de spoilers, encontrarán que en el anterior párrafo recae la trama de toda la historia. Los personajes son tan planos que, entre las esposas del “cuarto de juegos” y las pocas escenas de acción; donde hay golpes con la firme convicción de lastimar; no hay gran diferencia, solo que en unas escenas los actores traen ropa y en las otras no.

Afortunadamente la bondad siempre vence al mal y los protagonistas saben cuáles son las acciones políticamente correctas que deben asumir. Pero al igual que en sus versiones caseras; al final no se sabe si el plomero logró reparar el lavabo o no.

Pero mejor juzguen ustedes y lleven a su pareja a ver 50 Sombras Liberadas para que ambos disfruten de no ir a ver la película a la sala de cine.

 

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