Guillermo Del Toro ha encontrado en las criaturas fantásticas a seres imperfectos que han sido juzgados y temidos por quienes son realmente, y en los humanos a los monstruos más terroríficos que pueden existir, queriendo transformar todo e incapaces de aceptar. Todo ello está explícito en The Shape of Water y de una manera simplemente fantástica.
“Unable to perceive the shape of you, I find you all around me. Your presence fills my eyes with your love. It humbles my heart, for you are everywhere. ”
Al cineasta se le presentan dos oportunidades en su carrera: hacer su película más personal y una película que sea su obra maestra; pero muy pocos logran ambas en una misma película.
Tal vez no sea mi favorita de Del Toro, pero estoy convencido de que esta es su obra maestra a la fecha.
Guillermo Del Toro ha encontrado en las criaturas fantásticas a seres imperfectos que han sido juzgados y temidos por quienes son realmente, y en los humanos a los monstruos más terroríficos que pueden existir, queriendo transformar todo e incapaces de aceptar. Todo ello está explícito en The Shape of Water y de una manera simplemente fantástica.
Cinematográficamente es la consagración de un gran cineasta, más allá del director. Cuenta Guillermo Del Toro que para que los estudios de la 20th Century Fox respetara su película al 100%, tuvo que bajar el presupuesto de la producción de 60 millones a 19.5 millones (lo mismo que costó El Laberinto del Fauno).
Viéndose limitado en comodidades para filmar, por lo que utilizó técnicas como el ‘Dry for wet‘ en la que llenan un set de humo y filman en más cuadros por segundo para lograr un slow motion aparentando que se está debajo del agua, ó el “Digital make-up” que ayuda a crear expresiones digitales en los trajes hechos a mano de la criatura (un método complicado en una época donde el monstruo mismo se haría completamente digital); pero eso es lo que siempre le ha dado un toque especial al cine de Guillermo Del Toro, que no importa el tamaño de la película, siempre se percibe algo vivo dentro de su filme, como una palmera dentro de un museo de cera.
Se habla de “The Creature from the Black Lagoon” como inspiración inmediata y obvia en esta película, pero en “La Forma del Agua” está muy presente El Hombre Invisible metaforizado por esas personas ‘invisibles’ que rondan en una historia: las personas de la limpieza, el adulto mayor calvo y en plena crisis de los cincuentas, el traidor de la película de espías que siempre termina como un cobarde, e incluso el mismo monstruo al que siempre se nos ha acostumbrado a mirar como la amenaza.
Del Toro ha creado un cuento de hadas para tiempos difíciles, una historia de amor cálida en medio de la guerra fría, una hermosa paradoja en la que la bella no transforma a la bestia, si no que la acepta, y la bestia no cambia para crear el final perfecto, permanece tan salvaje como siempre. Lo interesante es como Del Toro toma a dos personajes mudos y los hace conectar en una relación de amor a través del lenguaje cinematográfico y lo más primario que tiene en común con el amor: la mirada.
Los invisibles se encuentran con una barrera que está presente en cada ser humano con el que creen poder empatizar (el mesero de la tienda de pies, el general de la base científica, los rusos) y se topan con la triste realidad de que deben cambiar su esencia para poder ser aceptados.
Técnicamente La Forma del Agua también es la película más lúcida de Guillermo Del Toro, puesto a que narrativamente la película fluye como el agua, incluyendo pequeñas catarsis y filias cinéfilas de Del Toro que hacen completo sentido con la fabulación de la historia, como el fantástico número música ó el hermoso momento en el que la criatura descubre la inmensidad del cine; y también toma riesgos totalmente necesarios para crear una relación más poderosa entre sus protagonistas como la escena en la bañera en la que se sugiere un encuentro sexual entre el anfibio y Elisa. El éxito y el fracaso viven detrás de dos puertas juntas y ninguna tiene número, el gran mérito de Del Toro es que se atreve a tocar alguna.
En una segunda lectura también vale la pena analizar el personaje de Elisa, una chica soltera, que se dedica a la limpieza de un laboratorio y que no necesita ser rescatada de su aparente solitario estilo de vida; la chica se levanta, prepara su lunch ¡y se masturba cada día! qué fantástico no depender de alguien para tener placer (eso no pasa mucho con los personajes femeninos). Todo esto desemboca en una gran reflexión: el amor no transforma, no cambia, el amor acepta. Después de todo, el amor tiene la forma del agua, amorfo totalmente y no sabemos en qué forma se nos presentará, ni en que edad, ni en qué sexo, sólo sabremos reconocerlo cuando llegue.
Musicalizada estupendamente por el score de Alexander Desplat, La Forma del Agua es la obra maestra de Guillermo Del Toro y un bálsamo necesario para estos tiempos infernales que vivimos. De eso también se trata el cine.