El Carnaval Bahidorá, un festival con promesas tan altas que dejarían boquiabierto a los dioses del Olimpo, pero ¿Son fieles a su palabra?
La sexta edición de Bahidorá está a la vuelta de la esquina, es un festival joven, con altas probabilidades de consolidarse como uno de los más fuertes, de la nueva era, sin embargo, no está exento de un escrutinio para descubrir si mantiene su esencia o se dejó guiar por las manos de la ambición, dejando a un lado lo que creía, cambiándolo por simples monedas.
2013, un nuevo personaje ocupaba nuestra silla presidencial, las propuestas musicales parecían tomar un nuevo aire, buscando fusiones en géneros que no habían sido experimentados, la propuesta independiente era guardada para locos que preferían morir de hambre que vender su alma a las garras de una disquera voraz. Ese año, sería testigo del nacimiento de un proyecto cuya principal intención era la libertad, tranquilidad y plenitud, con el arte como aliado.
“Más que un lugar, Bahidorá es un estado mental”. A lo largo del camino, nuestras decisiones van forjando nuestro destino, el presente es reflejo de las acciones que llevamos a cabo en el pasado y en futuro se esconde tras la rutina, esta, aloja un sinfín de pequeños procedimientos que darán como resultado un habito.
El juicio de las personas determinará si se llevará a cabo de manera ordenada, para satisfacer las necesidades el día a día, o elegirá cargar el peso del mañana, ignorando el ahora. Bahidorá ofrece la liberación de este y otros conflictos como: La disyuntiva entre aceptarse tal y como eres o vivir dependiendo de las expectativas del ¿qué dirán?, incentivando el desarrollo personal.
Desde la primera edición, definieron el rumbo; tomaron un grupo de actividades que ningún otro festival ofrecía: Nadar en un río, yoga, fogatas y una noche increíble bajo el cielo de Las Estacas Morelos. El cartel incluía a Jacques Greene, Soul Clap, I Can Chase Dragons!, CocoRosie, Verano Peligroso, entre otros.
Arriesgando el pellejo, predicaron con el ejemplo, hicieron caso a su instinto y siguieron sus convicciones. El mercado meta del festival pintaba para ser un grupo de renegados sociales, la sorpresa seria que; no importó cual fuera la condición del público, miles de personas asistieron con la voluntad de sentir en carne propia la libertad.
Con un triunfo en el bolsillo, Bahidorá estaba listo para la edición 2014, algunas incógnitas estaban en el aire, pero no había retroceso, con el apoyo de los mismos patrocinadores, el hilo se extendía, hasta crear un escenario extraído de la mente del Dalai Lama.
Para el 2015, la propuesta debía ser elevada, ya que el circuito de críticos comenzaba a voltear. La inclusión de Mac Demarco en el cartel y la adición de un segundo día, hacia efectiva la regla de los tres años consecutivos: Ya eran tenencia.
En las ediciones posteriores, la verdad tendría que ser revelada; saber si sus principales valores seguían ahí: igualdad, respeto y confianza. Con un segundo día en la lista de oportunidades y un nuevo patrocinador acaparando las ventas de cervezas, la oferta en el cartel podría equilibrarse al área de finanzas, pero, el afán por mantenerse reales ganó para el 2016 y 2017.
En perspectiva.
Desde que Bahidorá vio la luz, ha centrado la atención al concepto que sus organizadores tenían. El mismo tamaño y tipo de letra en sus carteles, muestra la igualdad en sus talentos asistentes, el lugar de recepción, con las actividades presentadas e incluso con algunas innovaciones, dan un voto de confianza, buscar la homogenización entre sus asistentes respalda las palabras escritas en su sitio web “Bahidora es un espacio libre que celebramos juntos”.
Deseamos éxito para el festival y seguiremos sus pasos exhaustivamente para evitar que los desvíos sean hacia el lado negativo. Nos vemos en febrero ¿Estás listo para reseteo cerebral?