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El pasado fin de semana se llevó a cabo una edición más del Corona Revolution Fest, siendo esta la segunda ocasión que se realiza dentro del Club Hípico Alamitos.

Fotos por: Kevin Cornejo y Antonio Partida

El modesto cartel que presentó este festival tuvo su variante más significativa al revelar que traerían a los sudafricanos Die Antwoord, situación que debió reflejarse positivamente en la venta de entradas.

Tras una promesa de competir, ya no digamos en curaduría de artistas, sino en calidad y organización con los dos anteriores festivales realizados en Guadalajara (Anagrama y Roxy), siento mucho decir que este festival quedó a deber sustancialmente. No dejó un buen “sabor en la boca”, menos una sonrisa grande de esas que sacan los buenos festivales y que permanece aún a la salida del venue.

Las actividades sónicas comenzaron desde muy temprano, el festival invitaba a los asistentes a llegar desde las 12 del día. Repartidos 3 escenarios, y una carpa exclusivamente para los lives Djs amigos del productor Richie Hawtin, el venue cumplió con las expectativas, no así el resto de la organización.

Las bandas locales Los Malavibra y Par Ásito empezaron a calentar el Emergente Stage, el cual fue ubicado pésimamente, casi empalmado, con la carpa de música electrónica, lo que por momentos tornaba confuso y molesto la presentación, pues desafortunadamente llegaban a mezclarse involuntariamente las sonoridades de los actos en vivo de ambos escenarios. Primera tachadura.

Gondwana representó a Chile sobre el Corona Stage con sus temas ya tan conocidos y por largo rato estuvo recibiendo buena actitud de parte del público y correspondiéndoles coreando sus temas. El sol aún calaba en la espalda.

Aún con el sol en lo alto del cielo aparecieron sobre el Escenario Jalisco los Reel Big Fish con su muy característico ska califoniano. Cuando el sol aún no se vencía en su totalidad, apareció Rocco pachucote con toda su Maldita Vecindad que, al mismo tiempo que ponían a bailar los huesos, también transmitían en la pantalla videos del folclor capitalino, situándonos en un plano nostálgico y ganas de tomar el primer autobús con rumbo hacia la Ciudad de México. Rocco, mediante su capacidad oral, no pudo evitar brindar un mensaje político al pueblo mexicano y motivando la resistencia dirigida al gobierno de “El Trompas”, como el mismo Rocco se refirió al recién electo Donald.

La actividad no cesaba, y ya con un viento que pasaba más fluido, y con cierto declive del sol, era el turno para que Natalia Lafourcade “campechaneara” sus éxitos del pasado y del presente. Cuando la gente abandonaba el escenario donde finalizaba el recital de Natalia, era porque tenía que desplazarse hacia donde estaba Babo respaldado por su Cartel de Santa con toda su artillería. Sorpresivo ver a Babo sostenido con una muleta bajo su axila derecha. Bueno, en realidad no supe cuántas veces mencionó en sus letras “mariguana”, pero lo hizo tanto que no hizo falta humo para que varios se “paletearan”.

Lo más cómico fue presenciar cómo prácticamente bajaron del escenario a los de Cartel de Santa, pues el reloj apenas rebasaba la 21:00 cuando Babo tenía intenciones de culminar el show con una última rola, y pues nada, que silenciaron los micrófonos y les bajaron el sonido. Babo, ¡nomás no los vayas a matar!

Con puntualidad arribaron al Escenario Jalisco el show más esperado de la noche: Die Antwoord. La pareja hizo lo suyo muy bien y cumplió con una expectativa general, por lo que de alguna manera salvó parte del festival. La pareja nos introdujo en un ambiente sicótico donde ninguna posibilidad parecía ser descabellada. Los sudafricanos se despidieron tímidamente con unas palabras en español y continuaron su trayecto hacia backstage.

Finalmente, y para bajar un nivel los ánimos que la concurrencia había adoptado, quedaban dos opciones, por un lado Zoé, y por el otro Andrea Echeverri y compañía. Por respeto y admiración no hubo nada que decidir. Los colombianos ofrecieron un show bastante digno a pesar de las adversidades que rayaban en algo burlesco y que nos indignó a todos los presentes.

Primero: el escenario que se encargó de cerrar Aterciopelados se llamaba Emergente, por dios, nada más “emergente” que Aterciopelados. Error craso. Veíamos a una Echeverri que apuraba los silencios entre canción y canción por miedo a que los beats (nada buenos) de la carpa contigua siguieran mermando la calidad de los colombianos. La situación era para que con toda dignidad Andrea y sus músicos abandonaran el escenario, pero no, demostraron que son profesionales. La banda que no fue a Zoé les reconocía cada canción con gritos como “pinche bandota”, “Eres tú, Andrea” y las obviedades que no faltan para elogiar a una gran banda por demás vigente.

El Revolution Fest desgraciadamente fue un esfuerzo que no fue suficiente, quedando mal tanto con los asistentes lo mismo que con los talentos que conformaron el cartel para esta edición 2017.

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