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Más allá de las bandas y la música, existe un submundo dentro de todo festival que respalda la magia de la experiencia, y el Vive Latino es un experto en ello.

Fotos por: @edgarsagra / @Indiekross

Sabemos que año con año el Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino – así, con nombre y apellido – ha buscado darle esencia particular a cada edición, en la construcción de un concepto que, aunque cambia anualmente, mantiene una línea inspirada en el arte y la cultura.

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Bajo esa misma línea fue que Cultura Colectiva se unió como anfitrión en el festival, colocando murales para que artistas urbanos expusieran su creatividad a través del graffiti.

Las marcas y patrocinadores no escatimaron en gastos para la creación de módulos interactivos que resultaron ser un éxito porque, aunque no lo crean, ayudaron a distribuir y entretener al público, aligerando así el tránsito en ciertas zonas.

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“Con tanta cosa, cada vez se parece más a una feria que a un festival, pero está bastante chido, y nos gusta porque ahora sí no hay opción para aburrirte”.

Una especie de “mini Chopo” que rodeaba el escenario principal, hacia los trayectos más cortos a la vez que nos hacía una basta oferta de souvenirs.

Vive Latino

Aunque sabemos que el público al cual se dirige el Vive Latino es mayoritariamente joven, todo parece indicar que el festival está creciendo junto a su audiencia; en esta ocasión amplió sus opciones hacia la familia; incluyendo más espacios interactivos para grandes y chicos, así como todo lo necesario para que personas con discapacidad también pudieran disfrutar del evento.

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Todo indica que la inclusión jugó un papel importante para el festival, pues este año pudimos apreciar la asistencia de más pequeños que acompañaron a sus padres para iniciarse en el mundo de la música y los festivales.

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“Está bastante bueno que los organizadores hicieran esto, así podemos venir en familia a disfrutar de grandes bandas, él – señala al niño que trae tomado de la mano – ha crecido escuchando a El Cuarteto de Nos y le gusta mucho esa banda, por eso nos animamos a traerlo, pero no imaginamos que habría tantos espacios para jugar, sobre todo para él, y pues está bueno en lo que esperamos para verlos”.

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Zonas de estar, negocios de comida, espacios interactivos, columpios, albercas de pelotas, videojuegos, etc., se encontraban entre escenarios a la distancia oportuna para esperar ver a otra banda o comer algo. Dentro de esos espacios recreativos se encontraba El Parque, una área de descanso que también ofreció juegos y talleres principalmente para los niños.

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De esta manera las actividades no terminaban. Desde un Stand Up, hasta pasar a descansar un rato en alguna de las estancias colocadas estratégicamente a lo ancho y largo del Foro Sol, podías disfrutar de las atracciones de una feria – de menor escala ¡claro! –, un tianguis y un festival, todo en un día.

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“Nosotros llegamos desde las dos de la tarde pero solo hemos visto a unos raperos y nos quedaremos para ver a Ataque 77”.

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Entre shorts, blusas de tirantes, lentes para sol, tenis, jeans, playeras de bandas, paliacates, sombreros, máscaras de luchador y carriolas, conocimos el impacto que tiene un festival que logra juntar a todo tipo de personas para que la música haga la magia de unirlos en un solo coro.

¿Qué fue lo que más te gustó del #VL17 más allá de las bandas?

¡Encuéntrate en nuestra galería!

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