Cualquier proyecto musical independiente es una apuesta arriesgada, y se requiere más valor si se trata de un género poco popular como el jazz. La Latin American Jazz Orchestra está apostando y empieza fuerte: tocando en big band a los genios de Liverpool.
Sin embargo, no todos se aventuran a crear su propia banda y menos, a lanzar un proyecto independiente. El concepto de ‘por amor al arte’ toma otra dimensión cuando se topan con todos los sacrificios que tienen que hacer por su idea, más aún si se trata de un género menos favorecido por las masas que el pop o el rock, como el jazz. Esa es la apuesta de Latin American Jazz Orchestra, un grupo de músicos con carreras separadas que decidieron emprender un proyecto juntos bajo la batuta de Isaías Jiménez, para dar el gran salto a los escenarios.
Latin American Jazz Orchestra ha sido hasta ahora una orquesta que musicaliza eventos sociales con algo más elegante que el Payaso de Rodeo, pero este año se aventuraron a promover una serie de conciertos en el Centro Universitario Cultural, en donde el día 24 de cada mes ofrecerán un show distinto, siempre con la base del Big Band. El primer concierto fue este 24 de febrero, con una fórmula infalible: The Beatles+ jazz.
Un teclado, una batería, una guitarra, un bajo, un contrabajo, varios saxofones, trompetas y clarinetes en un escenario sencillo, sin estorbos visuales, tocaron una veintena de rolas de la mejor banda de la historia -perdón- del Cuarteto de Liverpool, incluso algunas de complicada interpretación para este género, como Eleanor Rigby o I am the Walrus. La audiencia estaba feliz desde la apertura (We can work it out) hasta el cierre: Blackbird, que no estaba en el setlist pero el director decidió regalarla al público que pedía otra, y solo porque es la canción que le cantaba a su hija cuando era un bebé.
Something de George Harrison encendió el ánimo que siguió in crescendo con Strawberry Fields Forever, Got to Get You Into My Life, Lady Madonna, The Fool On The Hill, Penny Lane, Eleonor Rigby, Get Back, Norwegian Wood, I Am The Walrus, Golden Slumbers, A Hard Day’s Night, Cant Buy Me Love, Twist and Shout y Day Tripper. Como ya es tradición entre los beatlémanos, corearon el ‘na, na, na, na na na na’ de Hey Jude y cerraron con la rockerísima Live and Let Die, para después tocar el ‘pilón’ de Blackbird.
Casi todas las canciones -excepto un par de instrumentales- fueron cantadas por Manu Negrete, semifinalista del concurso ‘La Voz México’, quien fue escandalosamente aclamado por chicas que fungieron como groupies, aunque él fue el único que -hay que decirlo- falló en la interpretación de los ‘Fab 4’: no se sabía las letras y se adelantaba a los arreglos de la Orchestra. Queda claro que lo importante era la música pero cuando tu único talento es cantar -no tocar- creo que lo menos que puedes hacer es aprenderte los textos. En fin.
El nerviosismo del primer concierto era visible en esta orquesta de 17 músicos -con solo una mujer en sus filas- pero ello no hizo mella en la calidad de su interpretación. El director Isaías Jiménez lo admitió al concluir el evento, “muy nervioso porque no sabía si habría participación de la gente pero sí vinieron muchos, ojalá la siguiente vengan más”, me dijo en referencia a los siguientes conciertos que darán en el CCU: el 24 de marzo tocando el disco de jazz de la estadounidense Laura Dickinson, One for my baby, con canciones de Frank Sinatra; el 24 de abril con música de Broadway, pero con ensamble de big band, y el 24 de mayo tocarán canciones de Michael Bublé, con otro semifinalista de ‘La Voz México’ como vocal invitado: Lucho Aguilera.