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El Rascacielos (High Rise) es la adaptación de una novela escrita por el inglés J.G. Ballard, que por fin se pudo llevar a cabo, después de años de haberse intentado.

En los años 70, el productor de cine Jeremy Thomas (quien estuviera a cargo de producciones como Merry Christmas Mr. Lawrence con David Bowie o la reciente Only lovers left alive de Jim Jarmusch, entre muchas otras), adquirió los derechos de la novela High Rise del escritor inglés de ciencia ficción J.G. Ballard, de quien Thomas ya había adquirido los derechos de Crash, novela previa de Ballard que fue dirigida por David Cronenberg.

Sin embargo, por razones de estudios, presupuesto y otros infortunios de la industria, el filme no se había podido realizar. No fue sino hasta el año 2014 cuando el proyecto comenzó a tomar forma, gracias al casting del actor de moda y el más prolífico del cine independiente Tom Hiddleston, al que posteriormente se sumaron Luke Evans, Elisabeth Moss y Jeremy Irons.

Tras ver el filme, no extraña comprender por qué la novela fue tan complicad de adaptar al cine.

La historia sigue al doctor Robert Laing (Tom Hiddleston) quien tras la muerte de su hermana, se muda a la Torre Elysium, un enorme rascacielos dentro del cual existen todas las comodidades y necesidades que el hombre moderno del siglo XX pudiera tener; tales como departamentos espaciosos, gimnasio, piscina, supermercado, elevadores e incluso una escuela para niños.

En dicho rascacielos, en el cual parece existir la sociedad ideal, los inquilinos viven en diferentes pisos de acuerdo a su posición económica y clase social, acomodando a los de la clase alta en lo más alto del rascacielos, a los de la clase media en los pisos intermedios y en la planta baja los de clase baja. Todos dirigidos por El Arquitecto (Jeremy Irons), el gestor de todo el concepto de ese rascacielos.

Inmediatamente el guión nos hace partícipes a través de el nuevo inquilino Robert Laing, quien irá descubriendo los engranes que mueven la maquinaria de esta sociedad utópica, la cual parece marchar sin problema alguno. De la mano de Laing, el filme nos da acceso inmediato a todos los niveles del rascacielos (y de la sociedad), se va reafirmando la metáfora social con pasajes en el modus vivendi de cada nivel; vemos a usureros buscando en la basura de los demás en el nivel inferior, charlas intelectuales con extravagantes banquetes en el nivel superior y la vida normal, ambientada con una fiesta en el nivel medio.

Cabe rescatar que en cada nivel parecen vivir en diferentes épocas, representando (de nuevo en metáfora) la condición social de cada nivel: en el nivel alto visten atuendos clásicos barrocos, en el nivel medio la estética es setentera al igual que las alocadas fiestas, acompañadas por el abuso de drogas característico del periodo y por último el nivel bajo, el cual parece no tener una característica estética ó conceptual que lo resalte, como dando a entender que esa clase baja siempre ha existido e inevitablemente existirá, no importa la década o época en la historia.

La película va creciendo estupendamente y se vuelve más interesante, cuando se da el punto de quiebre en la historia, en el que un inquilino del nivel medio comete suicido, arrojándose de una gran altura para caer estrepitosamente sobre un auto estacionado; todo esto es mostrado con una de las secuencias mejor realizadas de la película, en la que un juego de iluminación, un montaje que entrelaza el baile de una fiesta con el suicidio y una infalible cámara lenta que dramatiza la caída (literal y metafórica) de la utópica sociedad estable y controlada.

Este incidente comienza a tirar el telón de la ficción que viven en el rascacielos, siendo Richard Wilder (Luke Evans) quien se obsesiona con conocer la verdad de la realidad que viven y conocer al titiritero que maneja los hilos de todo.

A partir de aquí, la idea del filme es meternos en un tobogán oscuro, el cual nos lleve cuesta abajo junto con sus protagonistas, presenciando el derrumbe social, moral y personal de cada uno de ellos, lo cual el guión y sobre todo las grandes actuaciones, logran transmitir, arrastrándonos con ellos y logrando incluso que la experiencia no sea agradable (pero a fin de cuentas, ese es el objetivo). Sin embargo, el problema comienza a la mitad del segundo acto (demasiado pronto para un largometraje), pues el derrumbe controlado de la historia parece salirse de control y la caída también afecta al filme.

El Rascacielos se vuelve estimulante e irritante a propósito, en gran medida gracias a la historia medular (la novela de J.G. Ballard) que justifica y atrae al espectador provocándolo, pero el filme se pierde y termina siendo redundante en ideas y conceptos que fueron ejecutados brillantemente en la primer mitad del filme.

El guión se obsesiona con trasladar el sentimiento de los personajes descrito en el libro, a través de acciones y reacciones de los actores, los cuales hacen su mejor esfuerzo, pero no logran estrujar la esencia del momento. El director Ben Wheatley (Kill List) parece elegir el lado estético por encima del narrativo para sobrellevar secuencias anárquicas que parecen repetirse una y otra vez, por consecuencia de un montaje que busca un caos narrativo pero que por el contrario, se vuelve completamente plano, lo cual no ayuda en la experiencia incitadora y sólo termina hostigando con tomas en cámara lenta innecesarias o escenas metafóricas (?) que chocan con el flujo de las secuencias (y que no me vengan con que esa era la intención del filme).

High Rise, El Rascacielos, tarda más de dos horas intentando reflejar la desintegración y debacle de una sociedad perfecta, a Luis Buñuel le tomó menos de hora y media lograrlo en El Ángel Exterminador, donde si de experiencias irritantes y estimulantes hablamos, Buñuel consiguió meternos en una de la que no queríamos escapar, incluso cuando aceptábamos que no comprenderíamos que estaba pasando.

Lo mejor de la película es su banda sonora, pues tanto el score de Clint Mansell (combinación perfecta de cuerdas y algunas percusiones que generan una atmósfera impecable) como su soundtrack, en la que destaca el estupendo cover de Portishead a la canción S.O.S. del grupo Abba, es lo que realmente le da vida a cada secuencia del filme.

Habrá quien conecte con la película por la gran historia extraída del libro de Ballard, pero también habrán otros que desconecten de la fabulosa historia de Ballard por la ineficacia del filme, lo cual es verdaderamente una pena.

 

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