Publicidad

Para el director Ryan Coogler, Rocky siempre estuvo presente en su vida. De niño, el director de Creed,  originario de Oakland, guarda un recuerdo de él sentado junto a su madre, viendo a Rocky Balboa boxear en el filme.

Ryan tuvo que ver las películas de Rocky debido a que su papá era muy fan de ellas. El patriarca de la casa, solía poner un VHS muy usado de Rocky a Ryan y sus hermanos, para motivarlos cuando lo necesitaban; ya fuera que participaran en alguna competencia deportiva o que tuvieran algún complejo de autoestima, propio de la edad.

Años más tarde, cuando Ryan Coogler se encontraba realizando su primer largometraje Fruitvale Station, su padre enfermó de una condición neuromuscular. Ryan tuvo que lidiar con el hecho de ver al tipo fuerte que conocía, debilitarse y que la muerte, era una posibilidad latente. Ryan iba a cuidar a su padre y en sus visitas, le llevaba una copia de su héroe Rocky para motivarlo, tal como su padre lo hizo con él.

Esta historia fue la que bajó la guardia de Sylvester Stallone, para cederle a Ryan Coogler, el uso y manejo de su intocable franquicia de Rocky, misma a la que no había querido soltar a nadie. Quiero imaginar que cuando Coogler contó su proyecto a Stallone, el hombre del rostro rudo reencontró la misma pasión que él tuvo hace muchos años, cuando quiso vender su primer Rocky a los estudios, buscando una oportunidad. Y vaya que esto dio buenos frutos.

A pesar de estar basada en las seis películas anteriores y de tratarse de otra secuela, esta séptima entrega no se siente como tal. Creed se siente nueva, tiene voz propia, pero no trata de ser ajena a sus predecesoras. En la historia se percibe una mente fanática detrás de ella, que conoce el universo cinematográfico de Rocky como la palma de su mano, o mejor aún, como los nudillos de su puño. Coogler renueva la esencia de Rocky con sangre nueva, pero no olvida homenajear los grandes momentos característicos que lo hicieron vibrar de niño.

Adonis, el hijo no reconocido del mítico Apollo Creed, luego de estar recluido por mala conducta desde pequeño, no encuentra su lugar en el mundo, pero el rebelde bastardo sabe que lo espera dentro de un ring. Muy a pesar de su madre adoptiva (la esposa legal de su padre Apollo), Adonis abandona su lujosa vida para descender al turbio mundo del boxeo, yendo en dirección contraria al duro camino del boxeador.

Pero a Adonis Creed, no lo motivan sus deseos de venganza ni tampoco su necesidad; su orgullo es lo que lo hace subir al ring y recibir golpes que le hagan romper el cascarón de la sombra de su padre, para descubrir su verdadera identidad.

Por otra parte, Rocky Balboa, la leyenda, por vez primera, se desprende de la leyenda al saberse incapaz de ponerse los guantes y subir al ring, aceptando que el tiempo es la única batalla que nunca podrá ganar. Esto es una hermosa analogía del filme con la vida real, donde Sylvester Stallone, se vio rebasado por una época donde la gloria sólo se alcanza a ver en un espejo retrovisor. Stallone (quien escribió el guión de todos los filmes de Rocky y dirigió seis de ellos), comprende que debe ceder el cinturón de campeonato “entrenando” y apoyando al novel director Ryan Coogler. Tal como Rocky lo hace con Adonis.

Ryan Coogler es un temerario de la dirección. Lo mismo “juega” con los encuadres y ángulos en las conversaciones entre dos personajes, como se atreve a sostener un plano secuencia de toda una pelea, si, TODA UNA PELEA SIN CORTE ALGUNO. Y a pesar de exhibir sus grandes capacidades cinematográficas, no abusa de ellas y cambia perspectivas en las peleas para no romperle el ritmo al espectador. Además, el trabajo de actores es impecable, gracias a un guión y la dirección que les permite a cada personaje, tener su momento de brillar y todos lo aprovechan, en especial Stallone, quien te rompe en una sola escena como nunca antes lo había logrado en su larga carrera (es la escena en los casilleros, los reto a no quebrarse).

El humor también es un gancho a la mandíbula del espectador, quien no podrá evitar reír con varios de los chistes insertados en el filme, como el de “la nube”, por ejemplo.

El punto débil de Creed está en el guión. En el boxeo, cada que lanzas un golpe, inmediatamente quedas indefenso y esto mismo le sucede al también guionista Coogler, pues su guión quiere alcanza el Knock Out de manera precipitada mediante atajos que dejan indefensas a las relaciones entre personajes, a las que no les da el tiempo para forjar lazos más sólidos que justificaran el sentir de cada reacción que tienen en la historia. Diría el mismo Rocky Balboa: “un paso a la vez”.

Sin embargo, es de llamar la atención el sentimiento de ‘vivir el momento’ impregnado en dicho guión, con tres personajes que están destinados a perder sus batallas: SPOILER ALERT: Adonis su pelea en el ring, su novia Bianca con la sordera y Rocky con el cáncer FIN DEL SPOILER.

¿Por qué nos seguimos sintiendo atraídos por las películas de boxeo, aún cuando existen decenas de ellas? la respuesta está en nuestra naturaleza primitiva de competir. Cada día estamos inmersos en una lucha interminable contra todo lo que nos rodea (trabajo, familia, sociedad, gobierno y un largo etc.), pero sobre todo, contra nosotros mismos. Estas películas reflejan toda esta complejidad existencial de una manera simple: ejemplificando. Los golpes son visibles, las caídas son literales y sobre todo, la superación y la victoria son tangibles, cuando en la vida real, dichas victorias probablemente se reflejen día a día, de manera casi imperceptible en nuestras vidas. Lo más interesante es que la metáfora la creamos nosotros, aún cuando esté implícita en el filme.

Rocky es la pionera de todas estas cintas, es la que comprendió esa conexión con el público y construyó un legado, al cual ahora, Creed le hace total justicia.

Recomiendo que vayan a ver Creed y presencien como una película tiene el poder de traspasar la barrera que separa al cine, de la vida real. Línea que hay quien cree que todavía existe.

Deja tu comentario: