Arctic Monkeys es una banda muy querida, apreciada y de las consentidas de México, no hay que hacer una encuesta para saberlo. Nos gustan sus guitarras, tienen un baterista de sobresaliente, y las letras y voz de Alexander Turner le dan un estilo único a la banda.
Perderse de un concierto así; siendo fan de la banda, hubiera sido un #epicfail.
La cita era a las 22:00 horas. Acceder al Estadio Azteca es fácil, tienen varias entradas y no se aglutina la gente. Raro ver filas: “¿Para qué se forman?” pensé y seguí mi camino. Resultó ser que esa fila era para el acceso a preferente, hubo un sobrecupo y colados.
Tras 30 minutos de espera por los Arctic Monkeys, se escuchó una voz con acento extranjero diciendo que tuviéramos paciencia; la gente abucheó, chifló, recordó mamás y empezó a desesperarse. Tras 10 minutos, se les pidió a los asistentes que se movieran de las orillas. 10 minutos más y los granaderos ingresaban a la parte delantera del escenario. Tras otros 20 minutos, se anunció que en 15 minutos empezaba la banda principal. Pasaron 15 minutos y en la pantalla se veía un anuncio anunciando la banda en 15 minutos.
Aproximadamente a las 11:45 se escuchó a un Alex Turner en un español deficiente pero entendible diciendo: “Gracias por su paciencia” y los acordes de Dance little lair. En la parte de atrás; donde un servidor se encontraba; se escuchaba bien y se veía bien, no obstante la gente que venía de adelante se quejaba de la deficiencia del audio.
Brainstorm, I Bet You Look Good on the Dancefloor, Flourescent Adolescent, Still Take You Home, When The Sun Goes Down fueron algunas de las piezas que no hicieron que la noche se fuera a la basura.
Sinceramente, los Arctic Monkeys quedaron a deber canciones. Organización: reprobada. La banda no le echó ganitas.